Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Esto es la guerra

07/04/2025

Ese fascinante sentido del espectáculo que resulta connatural al pueblo yanqui convirtió el miércoles el anuncio de la nueva política comercial de los Estados Unidos en una ceremonia portentosa que a uno le recordó a ese día del juicio final en el que, de acuerdo con las fantásticas enseñanzas que recibía de zagal, Dios juzgará a la humanidad según sus obras. El evangelista Mateo cuenta que en tan alta ocasión el supremo hacedor se sentará en su trono como rey glorioso y «todas las naciones serán llevadas a su presencia», así que, seducido por tal relato, uno observaba con embeleso cómo el todopoderoso, encarnado en Donald Trump, adjudicaba mayestáticamente los diferentes grados de recompensa y de castigo a que cada cual se había hecho acreedor, desde unos aranceles del 50 por ciento adjudicados a la exótica Lesoto (cuál no será el rango de sus horribles pecados) hasta el indulto otorgado a Rusia, Cuba, Corea del Norte y Bielorrusia, pasando por ese doble diezmo que ha decidido aplicar a las importaciones de productos procedentes de la Unión Europea.

Por no ponernos tan trascendentes, también se nos han venido estos días a las mientes las viejas ideas de Carl von Clausewitz, aquel militar prusiano que nos enseñó que la guerra es la continuación de la política por otros medios, porque lo cierto es que el delirante proteccionismo estadounidense ha desatado una guerra abierta de dimensiones planetarias, por bien que de momento su naturaleza sea estrictamente comercial. Tan bélico se ha tornado el ambiente que los europeos estudian responder al ataque de Donald Trump con un contundente paquete de medidas de represalia que recibe el simpático nombre de «botón nuclear», inquietante metáfora que da la razón al bueno de Clausewitz en lo que respecta a la íntima correlación entre la acción política y la guerra. De momento, la OCU ya nos ha advertido que nos vayamos preparando para una subida de precios de padre y muy señor mío y a episodios frecuentes de desabastecimiento si las grandes empresas dejan de considerar rentable nuestro mercado. Esperemos al menos que, contra lo que nos puede suceder en el juicio final, esta condena que ahora nos abruma no vaya a ser ni mucho menos eterna.