Que me perdone David Safier por haberle cogido prestado para esta columna el título de una de sus novelas. En ella el autor narra la muerte accidental de Kim Lange, una presentadora de televisión que, como consecuencia de sus malas obras, se reencarna en una hormiga, viéndose obligada a enmendarse, a partir de ese momento, para ir ascendiendo reencarnación a reencarnación hasta volver a ser humana.
El karma es un concepto espiritual y filosófico que proviene de las tradiciones religiosas del hinduismo y el budismo y se refiere a la ley de causa y efecto moral, según la cual cada acción, palabra o pensamiento tiene consecuencias que afectan al individuo, ya sea en esta vida o en futuras reencarnaciones.
La idea del karma siempre me ha atraído (de hecho, fue el motivo por el que hace años leí el divertido libro de Safier). Me sirve de consuelo cuando advierto injusticias y malos actos, y de satisfacción cuando admiro a quienes utilizan las mismas herramientas para hacer todo lo contrario.
Pero hay un tipo de karma, el karma político, que me tiene desconcertada. En este caso, las medidas que toman los políticos y los partidos impactan directamente en los votantes. Así, de acuerdo a la lógica del karma, se supone que, si un gobierno gestiona bien, cumple sus promesas y mejora las condiciones de vida de los ciudadanos, es probable que los resultados electorales reflejen ese logro con un respaldo renovado. Por el contrario, si las políticas resultan impopulares o dañinas, los votantes manifestarán su descontento en las elecciones. Y, sin embargo, si nos referimos a los hechos, en estos casos, el karma no siempre hace justicia, ni cósmica ni electoral.
Pero, por si acaso, quien parece estar trabajando por labrarse un buen karma es el presidente de la Junta de Castilla y León. Y desde que gobierna sin una mano atada a la espalda está tomando decisiones que confío en que generarán tanto para él como para los ciudadanos de la Comunidad un destino positivo. Preservar el pasado, protegiendo la Memoria Histórica; cuidar del presente, retomando el Diálogo Social; y preocuparse del futuro, aprobando los nuevos grados de Medicina, son algunas de ellas.
Námaste, Señor Mañueco.