España va bien porque España se está poblando. La inmigración, sí la inmigración que tantos recelos provoca, que tanto preocupa a la opinión pública y que tanto está radicalizando los discursos políticos, es también la culpable de que nuestro país crezca -«sorprendentemente», dicen los financieros- no solo por encima de la Unión Europea, sino a la cabeza de la Unión Europea.   

Lo dicen los banqueros, aparente tan ajenos a los desvelos de esta nueva población, y lo incorporan a sus análisis de situación. España ha recibido (no generado) en los últimos dos años más de 1,3 millones de personas. José Ignacio Goirigolzarri, ya expresidente de CaixaBank, cuantificó hace unos días en Burgos que un tercio del crecimiento que vive nuestro país en este momento lo genera el flujo de foráneos que recibe, el resto lo atribuyen al buen momento del comercio exterior y también del turismo.  

Los flujos migratorios, aseguraron los expertos del Santander en una jornada en el Fórum Evolución, están sosteniendo y renovando un mercado laboral envejecido y que carece de repuesto nacional. Con su trabajo, los extranjeros aumentan el consumo de bienes y servicios (la demanda interna) y también impulsan el mercado de la vivienda. 

Latinoamericanos, marroquíes y rumanos, principalmente, han entrado de lleno en los cálculos del PIB y son culpables -en parte- de ese más del 3% que se espera que crezca este año y del 2% que se prevé para los próximos dos años, repectivamente.

La inmigración, parece, no es un problema. Es también una solución para una sociedad totalmente enquistada en su crecimiento vegetativo. Los análisis de los banqueros se tenían que incorporar a un discurso público y publicado trufado de muchas mentiras, de mucho racismo y de una falsa creencia de que los que generamos riqueza somos solo los nacionales.