Esta semana he vuelto a ratificar cómo nuestros políticos, sin ser magos, pueden convertir un desastre total en un triunfo. Así, ni corto ni perezoso, ha salido nuestro presidente de la Comunidad Autónoma sacando pecho y vanagloriándose de que nuestro sistema educativo es el mejor de todo el Estado.
Todo esto después de que nos hayan dejado bien claro que en nuestro querido y desorientado país la educación de las nuevas generaciones deja mucho que desear. Por lo visto, el nivel de ignorancia es tan elevado que ya poco o nada vamos a poder salvar. Supongo que este era el objetivo de quienes vienen organizando tantas reformas y experimentos; estarán encantados del resultado, con una población ignorante y desde luego mucho más fácil de manejar que hace años.
Se veía venir, menospreciar y dejar de lado la filosofía, la literatura, nuestra historia o la lengua puede ser un descanso para los pequeños, pero también lleva a un total analfabetismo. Yo no lo entendí y creo que nadie lo hace cuando eres niño, por eso existe un sistema educativo que, en colaboración con la familia, te ayuda a comprender que hay ciertos conocimientos que a medio y largo plazo te serán necesarios y muy útiles. Quitar o despreciar el acceso al conocimiento en determinadas ramas de las letras y ciencias limita nuestras capacidades y visión de la vida.
Espero que los progenitores actuales se levanten para exigir una buena y completa formación. Estudiar no es divertido, pero hay que hacer entender a nuestros jóvenes que es el camino para conseguir la libertad y la independencia personal. Resulta muy curioso que quienes abanderan ahora el independentismo lleven décadas fomentando la mayor ignorancia posible en nuestros hijos, y su adoctrinamiento en un único pensamiento.
En esta semana de celebración de nuestra Constitución he recordado que tenía en ese momento diez años, y pude disfrutar de cómo quienes me parecían filósofos, historiadores y eruditos, sin importar su ideología, redactaban juntos un documento de paz y unidad para todo un país. En aquel momento los más pequeños estudiábamos la EGB. Ahora, ya somos historia.