Todo llega en esta vida y, por increíble que pueda parecer, un día se van acabar las obras del centro de Salud y vamos a perder nuestro tema fetiche, esa fuente de absurdo hispano que tantas líneas y sentimientos de todo tipo (desde el reír por no llorar hasta otros más feos) nos ha proporcionado.
Pero mientras ese lejano momento se acerca, el asunto no para de acrecentar su leyenda. El estado actual de la cuestión, por si anda usted perdido, es el siguiente: después de ni se sabe ya cuánto tiempo paradas, una nueva contrata retomó las obras como a principios de mayo. Es más de lo que se había movido el asunto en meses o años; existía, en consecuencia, una cierta esperanza en que la cosa avanzase, aunque con los antecedentes del proyecto todas las cautelas son pocas. Pues resulta que sí, que han arrancado las tareas, pero no nos imaginemos a brigadas de obreros como las que construyeron el Empire State o el puente Golden Gate de San Francisco. Según publicaba este periódico la semana pasada, el número máximo de trabajadores que se ha visto en el tajo ha sido ¡cinco!, y el trasiego de maquinaria digamos que no exige de un operario para regular el tráfico pesado. Poco meneo.
A pesar de lo contenido del despliegue, la Junta mantiene la fecha de finalización en abril de 2025, prácticamente pasado mañana. ¿Cómo es posible? Pues lo explicaba diáfano el titular de la información de este periódico: «Sanidad asegura que las obras en el centro de salud del Silo cogerán ritmo en julio». Y con eso está todo dicho, queda claro que el edificio no va estar listo en abril del año próximo ni de broma. ¿Va a coger ritmo una obra en julio? ¿En España? Y luego, ¿en agosto va a pillar velocidad turbo, o qué nos quieren decir?
No es razonable pretender hacer creer a nadie que donde hoy hay cinco currelas va a haber 15 un viernes de julio o 30 el día de San Roque. No va a pasar. Lo probable es que la faena pare en agosto o baje a mínimos, y no a los de ahora sino menores y no hay mucho margen para restar. Con suerte, en septiembre, la cosa tomará algo de color y si nada se tuerce mucho en este proyecto sobre el que pesa un hechizo, en algún momento de 2025 o 2026 (más probable), igual hay suerte y se acaba. En julio (y agosto), el único ritmo que se va a coger como mucho (en la obra y en el país) es el de la noche como cantaba aquel hit machacón de los 90 que si te mete en la cabeza no te lo sacas ni a tiros. Una matraca, el hit y la obra. Salud y alegría.