Quién hubiera imaginado que las actitudes machistas, el abuso y el consentimiento iban a estar en el centro del debate público y en las conversaciones privadas durante días, semanas ya, en España y en el resto del mundo. Qué agosto más interesante estamos teniendo y qué sainete tan entretenido están protagonizando Rubiales, familia y compañía, aunque sea a costa de hacer un ridículo internacional de aúpa. Ni un guionista de Sálvame hasta arriba de cafeína habría ideado situaciones tan surrealistas y chuscas. Más propias de Torrente que de Berlanga, pero muy españolas, al fin y al cabo. 

Hemos llegado a ver a este señor amarrado a un atril, prometiendo una subida estratosférica de sueldo al entrenador Jorge Vilda y explicando que había sido por él, por su esfuerzo, por quien se había agarrado los testículos con menos estilo que un mono. Representando a España en un palco, durante la final de un Mundial, rodeado de mandatarios internacionales y ante millones y millones de espectadores. El expresidente de la Federación de Fútbol no puede andar tan perdido todavía como para no entender que todo esto ha sido por un beso, sí, y también por todo lo demás, que es bastante. Los que le aplaudieron en esa infame puesta en escena han necesitado, por lo visto, varios días para asimilarlo y huir antes de que todo colapse. 

Entre los millones de comentarios que se han escrito y dicho durante estos días me quedo con el que asegura que las mujeres de la Selección Española de Fútbol han conseguido dos enormes victorias: el Campeonato del Mundo y que temas como la desigualdad o el abuso hayan saltado con fuerza a la primera línea. Incluso, que mujeres de otros ámbitos laborales se hayan decidido a abrir las ventanas y ventilar lo que hasta ahora se habían callado. Visto así, parece que se ha quedado buen verano.