Sólo nosotros somos los verdaderos autores de nuestra historia. Son nuestros pies los que caminan por diversos senderos, rumbo hacia nuestro destino. Son nuestros brazos los que, movidos por nuestra pasión y perseverancia, nos ayudan a seguir cuando las fuerzas nos fallan. Y es nuestra voz la herramienta que podemos usar para acabar con las desigualdades y las injusticias. Pero a veces la oscuridad del olvido nos hace invisibles, quedando incógnita y sin reconocer nuestra aportación a la sociedad.

Hoy quiero dar voz a las miles de personas cuya labor ha sido y sigue siendo esencial y constante, aun a pesar de que, por diferentes motivos, fueron acalladas e ignoradas. Hoy es el día de todas las personas que lucharon por ser comprendidas en un mundo que no estaba preparado para ellas. Un mundo en el que la diversidad, de cualquier clase, era incomprendida. 

Sí, sólo nosotros somos autores de nuestra propia historia, pero no podríamos llevarla a cabo sin aquellas mujeres que también forman parte de nuestro día a día y que dan todo por nosotros. Hablo de esas madres, abuelas, profesoras, hijas, amigas y demás mujeres increíbles, en ocasiones incomprendidas o menospreciadas, que ponen la primera piedra para que construyamos nuestro futuro libres de prejuicios e inseguridades y que nos ayudan en cada paso de nuestra vida. 

Somos parte de la Historia. Juntos la escribimos. Pero para escribir el futuro de esta sociedad, es necesario echar la vista atrás y reescribir nuestro pasado con las figuras que fueron ocultadas: investigadoras, escritoras, ingenieras, matemáticas, filósofas, deportistas, etc. Margarita Salas, Jocelyn Bell Burnell, Grace Hopper, Elizabeth Blackburn y Jane Goodall son sólo algunos de estos miles de referentes. Sus puntos de vista también son importantes. La diversidad es nuestro punto fuerte, así que dejemos ya de insistir en apartar a numerosos sectores de la sociedad vitales para nuestro crecimiento y coexistamos.