No puedo evitar dar un respingo cuando fallece algún personaje conocido de la escena política, social o cultural, nacional o local, que ha estado presente en mi trayectoria tanto personal como laboral. Tempus fugit; pero no nos damos cuenta hasta que a alguien se le detiene para siempre. 

Veo a Atutxa en el funeral de Ardanza y me vienen a la mente los carteles de su rostro con una diana en la frente pegados por todo San Sebastián/Donosti. Me impactó esa violencia silenciosa y sumisamente aceptada. Hoy el País Vasco está en una campaña electoral normalizada y tranquila. 

Ya puestos, tiro de memoria infantil para instalarme en Cataluña y se alterna el gran ambiente del Día de Sant Jordi o el divertido aprendizaje del catalán en la escuela pública con las persecuciones de los 'grises' a todo lo que se movía en la calle debido a la huelga de la Seat. Convivencia de contrastes en los últimos coletazos de una dictadura. Hoy los catalanes también están en campaña electoral; eso sí, algo más alborotada.

Miro las fotos de mis primeras entrevistas: el sindicalista Marcelino Camacho, el actor Alfredo Landa… Entonces todavía escribía a máquina con doble copia de papel, porque el ordenador existía, pero había que implementarlo en las empresas. Por supuesto, nada que ver con los actuales. 

Las crónicas periodísticas escritas a máquina sobre la actualidad arandina y ribereña se enviaban a Burgos en un sobre con las fotos de Florentino Lara a través del autobús de la Continental, gracias a la amabilidad del conductor de turno, que las recogía con muy buena disposición. El periodismo era diferente, pero no me dan los 1.900 caracteres para explicar aquí por qué. 

Parezco el abuelo cebolleta de Vázquez contando batallitas, sí. Tempus fugit. El tiempo huye, se nos escapa, vuela. Y el espacio de esta columna también.