Empecé a trabajar en Televisión Española en 1977, cuando todavía residía en Burgos. Todas las semanas, subía de noche al Expreso Irún-Madrid. Ya en la capital, me incorporaba al equipo que confeccionaba Popgrama.
Definido como «Revista de rock & rollo», Popgrama venía a cubrir un hueco televisivo y abarcaba de todo: cantautores, rock internacional, el incipiente rock nacional y manifestaciones culturales afines, cómo los comics. Con un abanico tan amplio, las reuniones de redacción eran infernales: cada uno de los 7 (¡siete!) presentadores-redactores tiraba para su lado. Podías terminar combatiendo vetos como el que intentó aplicar Ramón Trecet al disco de debut de Veneno: «¿Eso lo saca CBS? No puede ser bueno».
Con el tiempo, Popgrama recortó su duración y la cuadrilla se redujo a Carlos Tena, Paco de la Fuente, Ángel Casas y un servidor. Funcionábamos mayormente de modo individual, preparando monográficos; ganamos en eficiencia, en capacidad de profundización. Justo entonces, decidieron dinamitarlo. Teníamos como director nominal a Paco Soriano, un funcionario de Prado del Rey, bellísima persona pero ajeno al pop e incapaz de aportar nada. Reviso la memoria y solo se me ocurre una sugerencia suya: en Londres, entrevistando a Steve Jones y Paul Cook, la mitad de los Sex Pistols, quiso que Tena y yo ¡les paseáramos a hombros! Imagino que consideraba que aquello sería un gesto punk; nos negamos.
Hacia 1981, Soriano torpedeó el programa, justificándose en la necesidad de desarrollar «nuevas fórmulas para la música joven» (sic). No recuerdo haber visto ningún resultado de sus ideas. Pero sí aprendimos que, con TVE, siempre terminas mal. Lo sufrimos en nuestras carnes en 1983, cuando Carlos y yo concebimos Caja de ritmos como plataforma para los nuevos grupos que brotaban por todo el país. Sí, exacto: el programa en que salieron Las Vulpes cantando Me gusta ser una zorra. No me hagan recordar lo que sucedió a continuación: deja en mal lugar al ABC de Luis María Ansón, al entonces fiscal general del Estado, Burón Barba, a la dirección de TVE, que guillotinó el programa y obligó a que Carlos dimitiera por sentirse «indefenso». El escándalo, judicialmente, quedó en nada pero amargó la vida a Tena durante un par de años. No sé si llegó a perdonarme que yo fuera quien sugirió grabar a Las Vulpes, de las que nada había escuchado, para que hubiera presencia femenina.
Siendo sincero, debo reconocer una experiencia placentera en TVE: ¡Qué noche la de aquel año!, en 1987. El proyecto estaba defendido por Pilar Miró desde la cima de TVE. Miguel Ríos tuvo a disposición todo un plató, para que se cuidara imagen y sonido. Figuro en los créditos como guionista pero Miguel se negaba a memorizar parrafadas y mi papel fue, aproximadamente, articular aquella historia del pop español (también inventé el nombre del programa, que conste). La única piedra en el zapato fue el realizador, Ramón Pradera, hombre de educación opusina que se indignaba con los comentarios antifranquistas que soltaban El Gran Wyoming y Moncho Alpuente en su sección de humor. Pero tragaba.
En 1988 pude finalmente dirigir un informativo musical en TVE. FM-2 era un programa modesto que, creíamos, no molestaba a nadie. Pero tuvo baches: demasiadas veces se suspendió su emisión por transmisiones deportivas; Christina Rosenvinge, la presentadora inicial, debió dejarnos por aquello de «¡¡Chas!! y aparezco a tu lado». Lo peor vino cuando se estrenó en la Primera Cadena un musical con gran presupuesto: Beatriz Pécker presentaba Rockopop. Concepto y público muy diferentes, pensamos. Hasta que dejamos de recibir los vídeos de actualidad que queríamos que formaran parte de nuestro menú semanal. Fueron las discográficas las que nos informaron que Rockopop exigía tener todas las novedades en exclusiva, las usaran o no.
Encontramos una vía para esquivar el boicot. Conocíamos en Inglaterra una empresa que distribuía cintas VHS de videoclips frescos a bares y discotecas europeas. Por una cantidad modesta, proporcionaban copias en formato profesional de los títulos que nos interesaban. Y así funcionamos hasta que ocurrió un chivatazo. En 1989, cerrábamos un programa con When love comes to town, la colaboración entre B. B. King y U2, grabada en el estudio de Sun Records, en Memphis, donde Elvis encendió la mecha del rock & roll. Unas horas antes de su emisión, el Departamento de Musicales nos ordenó retirar el vídeo: su estreno estaba reservado para Rockopop, donde dudo sinceramente que apreciaran todo el simbolismo. No había tiempo para hacer otra presentación y rellenar el hueco; tuvimos que mutilar los cinco minutos finales de aquel FM-2. El técnico de la cabina de montaje alucinaba: «esto no se hacía desde los tiempos de la censura».
Así que no, no me siento solidario cuando TVE protesta por los conflictos derivados de las zancadillas de El Hormiguero a La Revuelta. Allí mismo se hacían impunemente jugadas aún más feas.