El olfato es el sentido en política. Hay muchos ejemplos de políticos sin especiales habilidades de gestión, pero con instinto especial para leer la actualidad que, adobado con un buen equipo, permite construir un líder. Lamentablemente, no es el caso de Cristina Ayala, que ha demostrado su incapacidad para entender el momento; no acierta ni cuando rectifica, y a su alrededor hay un páramo. Por eso, se entiende que algunos de sus amigos hayan empezado a marcar distancia. Cristina mira al espejo y éste le devuelve a su colega Carlos Mazón, con todo el respeto para las víctimas de la DANA de Valencia.
Esa incompetencia es la que le ha llevado a creer que el precio exigido por Vox para aprobar los presupuestos municipales era asumible. Ha sido incapaz de entender que quitar las subvenciones a las ONG que ayudan a los inmigrantes es robar del plato al mendigo. Eso es indecente. Todavía se atrevió a decir el jueves que el acuerdo con su socio de ultraderecha «no puede peligrar por 119.000 euros». Mal vamos si confundes cantidad y calidad.
El jueves se escondió detrás de la gran manifestación para justificar su rectificación, sin dar muestras de ser consciente del daño que ha hecho a Burgos y su provincia. Su pacto inmoral con Vox voló por toda España; fue la noticia más leída el sábado pasado en el periódico nacional más influyente, justo por delante de la comida de tres horas de Mazón con una periodista, y hasta mereció un editorial recriminatorio.
Su falta de olfato ha colocado a Burgos en el imaginario nacional como una ciudad hostil con los más débiles, y no es verdad. Somos legión los que no nos reconocemos en ese Burgos, ni en el de Juan García-Gallardo & Cía, nos identificamos más con la Plaza Mayor del miércoles por la noche. Esto sí es Burgos, decía con orgullo la portada de este periódico.
Aún recuerdo como en cada guerra en África las radios siempre encontraban a un misionero o misionera, muchas veces de Burgos, para que hiciera de corresponsal. Orgullo de paisanos generosos que emigraban a miles de kilómetros para ayudar a los más débiles, con el Evangelio como excusa. Hoy la brigada de ultraderecha utiliza a los inmigrantes como parte de ese 'evangelio' xenófobo que llaman guerra cultural. Urge rehabilitar la imagen de Burgos, la tuya, Cristina, como la de Mazón, no tiene remedio. Atenta al fuego amigo.