Uno de los poetas y dramaturgos más importantes de la literatura española escribió, entre otras, la obra La vida es sueño, un referente del que resuenan sobre todo los ecos del soliloquio de Segismundo que culmina con el famoso «que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son». No quiero hablarles de poesía ni de la azarosa vida de Calderón de la Barca, el brillante autor del citado poema en el siglo XVI, pero sí de la importancia de hacer realidad los sueños en la vida.

El caso de Marta García, alicantina de 22 años que lleva nueve meses como pastora en Villaverde-Mogina, me dejó maravillado. Esta historia, que contaba el pasado domingo el compañero Rodrigo Pérez Barredo en las páginas de Diario de Burgos, me pareció hermosa y esperanzadora, porque sirve de ejemplo para no desfallecer en la persecución de nuestros sueños en la vida. Cuando uno menos lo espera, puede llegar ese trabajo tan deseado, esa persona tan buscada, ese lugar soñado... en cualquier rincón de la vida puede sorprendernos algo que cambiará para siempre nuestra existencia.

Y no es exageración, Marta se encuentra a gusto, trabaja contenta, no encuentra problemas a diario, le gusta lo que hace y cómo lo hace. En definitiva, es feliz con su vida. ¡Qué importante es esto! Todos hemos tenido momentos en que algún sueño se ha visto cumplido y lo recordamos siempre con una sonrisa. Eso sí, cuando llega la oportunidad de que uno de tus sueños se convierta en realidad hay que aprovecharla, no dudar, atreverse a dar los pasos necesarios para atraparlo y no dejarlo escapar. Hay que tener lo que tuvo Marta para dejar Alicante con 22 años y marchar a un pueblo de la Castilla profunda a cuidar ovejas porque eso era lo que quería.

Para que los sueños se hagan realidad también hay que ser valientes y poner de nuestra parte, no nos lo van a dar todo.