Sea por imitación, espíritu competitivo o simplemente pura evolución, las Navidades en los pequeños pueblos de la provincia van cambiando. Ha ido creciendo el fervor decorativo de calles y fachadas aunando creatividad, caviladas puestas en escena y diversidad de materiales que van desde las tradicionales maderas a los plásticos reciclados o el ganchillo, que se ha incorporado con gran éxito a cualquier decoración festiva rural. Ello obliga a hacer un hueco en la agenda navideña para no perderse estas exposiciones artísticas de calle.

Mención aparte merecen las iluminaciones nocturnas, también in crescendo por parte de ayuntamientos o particulares, que se afanan en colgar en barandillas, aleros y balcones un imaginativo abanico de luces de distintos colores. Aunque no puedan superar, principalmente por presupuesto, las de grandes ciudades, alegran el paisaje invernal y bien valen una visita.

Tampoco faltan ahora en los pueblos programaciones navideñas para entretener a mayores o niños estos días festivos. Con imaginación y esfuerzo, desde ayuntamientos, asociaciones o voluntarios, se procura animar las jornadas invernales con actividades unas veces más clásicas y otras más originales y atrevidas.

¿Y los belenes que se montan con gran trabajo y ánimo en muchas pequeñas localidades? En escenarios simbólicos o destacados, como iglesias, lavaderos, covachas, junto a árboles fósiles o rocas elevadas, bajo arcos o dinteles. Elaborados en ocasiones con tanto cariño y detalle que uno se queda enganchado un buen rato disfrutando las escenas.

Solo queda desear que no releguemos al olvido a los tres Reyes Magos. Origen de antiguas tradiciones cantadas o representadas, protagonistas de vistosas Cabalgatas, en España resisten aún la dura presión del importado Papá Noel. Aún queda Navidad para disfrutar. Visiten nuestros pueblos. Se sorprenderán.