David del Cura

Entre pitos y flautas

David del Cura


Los de las peñas

23/09/2024

El calendario y el azar han querido que de nuevo este año mi vuelta al cole en el Diario coincida con el fin de las fiestas en Aranda de Duero, no voy a insistir en la riqueza histórico-musical de 'la rueda' pero esta noche la podréis disfrutar algunos. Además, este año la peña de Tierra Aranda ¡esos panas! cumple 50 años… y por si faltaba algún ingrediente más, la peña los Wilordos de Huerta del Rey serán los encargados de dar el pregón. Ellos impulsaron la meteórica y breve andadura musical de la genial Tequila Band, que lo mismo ilustraba una faena pésima en la plaza de toros que se encontraba de frente con la Guardia Civil o se refugiaba en los excusados de la discoteca (nunca he sabido cómo se llamaba ese templo de las deshoras ni si el bar de Perrero o el Pub de Rolando tenían nombre comercial… bueno, 30 años después, este verano, he descubierto que Mesié se llama Sergio). Valgan todas estas coincidencias espacio temporales para defender con vehemencia y argumentos el papel existencial que las peñas tienen en las fiestas populares y en las estructuras sociales. 

El recorrido vital de Tierra Aranda se puede disfrutar en la exposición de la Casa de la Cultura y apreciar cómo su historia es el testimonio de un tiempo y de un país, y de cómo han jalonado de hitos la tradición ribereña, desde los toros de fuego a la fiesta de la bicicleta o el chicharro. Pero no solo de fiestas vive el hombre, aunque de fiesta vive mejor mientras dura, han sido voz de la conciencia de una villa que quiere lo suyo y no se resigna a que le levanten sus tradiciones. Se ha demostrado incluso que se puede hacer una bajada sin salir de ese agujero negro, monumento a la especulación y la desvergüenza que es la plaza de toros. 

Tierra Aranda es el carro tirado por el burro, es el niño meón, la falta de oxígeno en la bodega cuando se atiborra de gentes y vino, es la fiesta y es, quizá suene rimbombante, la responsabilidad social, ahora que está tan de moda. Y como ella, las otras peñas y sus peñistas son la columna vertebral de unas jornadas que confirman que efectivamente es la villa que alegra Castilla. Por eso cuando hay quien mira con desdén a esos grupos ataviados de pana, colores chillones o incluso caquis, que cada peña va como le parece, puede aparcar su aparente superioridad y sumarse al baile con su cara de vinagre. Porque otra de las grandes aportaciones de las peñas a la civilización occidental ha sido el mantenimiento, promoción y hasta enriquecimiento de las charangas. En Aranda se ha tenido claro que sin música no hay fiesta y en muchos pueblos y ciudades de nuestra geografía si no fuera por las peñas no podríamos disfrutar de esa explosión callejera de charangas que suenan mejor que las bandas de Nueva Orleans. 

No ha sido fácil, pero es un orgullo que el altavoz con batería cargado de reguetón no haya vencido a una banda que lo mismo le pega a la potra salvaje que a la serranita.  Creo que el éxito está en el paso del redoble a compás hacia el contrapunto con el que es imposible no bailar. Así que gracias a los peñistas y al que no le guste siempre le quedará Benidorm.