La pasada semana anduve hecho un trapo y visité, entre otros puntos, el PAC del Divino Vallés. Un centro sanitario es siempre un microcosmos interesante para observar, un lugar en el que pasan cosas.
Este en concreto tiene la característica particular de que la pequeña sala de espera (una de ellas) y la ventanilla de atención, en la que se comunica la razón de la visita y se entrega la tarjeta, están juntas y eso propicia situaciones curiosas. Así, mientras ocho o diez personas esperábamos, cada uno con lo nuestro, a ser atendidos, entró una joven acompañada de un chico, se acercó a la citada ventanilla y cuando le preguntaron qué le sucedía ella dijo: «Me escuece mucho. (Pausa dramática) Al mear». La frase provocó cierta reacción del público (una sala de espera no es lo más divertido del mundo y cualquier cosa sirve); cierta reacción significa mover la cabeza dos grados arriba de la pantalla del móvil, sin más.
Personalmente, en primer lugar, sentí una profunda empatía con la afectada. Uno sabe lo que molesta ese escozor (al menos en su versión masculina) y no se lo desea nadie. Pero inmediatamente caí en que aquello era una brecha en la protección de la privacidad que nos invade (muchas veces absurda) inconcebible. En aras de la protección de esa intimidad, este periódico se ha visto obligado a dejar de publicar nacimientos y defunciones después de más un siglo. Por la misma razón, cuando se acude a una consulta al HUBU es necesario obtener un ticket, con numeración tipo XJ24WH, para que no sea necesario que griten el nombre de uno por el pasillo cuando le toca el turno.
En cambio, en esa sala de espera, mantener la discreción era una quimera. Si alguien llegaba aquejado de una diarrea torrencial, unas almorranas explosivas o, por ejemplo, solicitando la píldora del día después, todos estaríamos al corriente, puede que en contra de su voluntad y de la nuestra. También podría tratarse de algo más serio que el interesado no deseara compatir con desconocidos, daría igual.
Quizás si hay un lugar y momento en el que uno tiene derecho a esa intimidad preservada es este, cuando no está bien. Seguro que alguien le puede dar una vuelta, esto también es calidad en la sanidad. Pero ya que no tuvimos elección y nos enteramos de los problemas de la chica, solo desearle que se haya recuperado.
Salud y alegría.