Podrá usted criticar a Donald Trump por su disparatada política de aranceles y otras tantas medidas excéntricas a lo largo de su trayectoria, pero hay que reconocerle un mérito de un valor incalculable, un logro que se podría tachar de insólito porque muy pocos lo han hecho. El presidente estadounidense ha puesto de acuerdo al Partido Popular y al Partido Socialista. ¡A ver lo que dura!
Buena parte del electorado español lleva años esperando una gran coalición entre las dos fuerzas más votadas del país para no depender de otros que priman el interés regional por encima del común, pero esa aspiración se ha ido alejando tanto de la realidad que, a día de hoy, es una quimera. La crispación política es tal que el insulto le ha ganado la batalla a la palabra y ni una tragedia como la DANA, con más de 200 víctimas mortales, ha generado entendimiento.
Trump también ha conseguido poner entre la espada y la pared a Vox, que está en medio de una encrucijada que hace tambalear los cimientos de su ideario político. Deberá Santiago Abascal redefinir la palabra 'patriota', pues es algo más que soltar discursos grandilocuentes con la rojigualda de fondo. La RAE habla de una persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien. Lo demás es pura fachada.
A estas alturas del texto, ya me estará intentando etiquetar en una ideología u otra, que es un deporte nacional en España, pero no se lo voy a poner tan fácil. Déjeme decirle que la incongruencia que hoy se le critica a Abascal es el pan de cada día en la política española. Si no, ¿cómo se explica que diputados que representan a Castilla y León en el Congreso apoyen medidas que perjudican a aquellos que les dieron su confianza? Usted, como es muy listo, pensará que es por la disciplina de voto, pero se equivoca. Es porque les sigue votando.