Casi sin darnos cuenta vamos a cumplir el primer cuarto del siglo XXI, que empezó con el atentado terrorista a las Torres Gemelas y el nacimiento del euro y que con el paso de los años ha protagonizado una aceleración y un cambio de referencias que no estaba en los pronósticos. Cambio ha sido (para mal) el protagonizado en la Rusia de Putin, que empezó el siglo con orientación al mercado y a una democracia incipiente y hoy es una autocracia con lenguaje belicista y pretensiones expansionistas.
El cambio más relevante, sin duda, ha sido la emergencia tecnológica, la revolución digital, que tras la implantación vertiginosa y global de Internet y las redes sociales afronta ahora el enigmático reto de la Inteligencia Artificial. Entre medias, una Gran Recesión con origen financiero y trascendencia social y política, que ha sustituido un período de razonable progreso y estabilidad por otro de desigualdad y tensiones sociales que conducen a un deterioro de la democracia y la esperanza.
El año que comenzamos es quizá el que alumbra más incertidumbres de lo que va de siglo, que se traduce en desafección ciudadana ante quienes gobiernan el mundo. Si el 2024 fue el gran año electoral -votó medio mundo-, el actual será de recomposición de mayorías con emergencia de los regímenes iliberales y creciente desconfianza en el mercado, la libertad y la globalización. Probablemente, un año bisagra, de cambio en las preocupaciones y preferencias, de confrontación e incertidumbre.
Los que pronostican tendencias no muestran expectativas esperanzadoras; intuyen avances en la investigación en las ciencias de la vida, pero aprecian retrocesos en la convivencia y la tolerancia, creciente desigualdad entre los seres humanos. Problemas para los migrantes, dificultades en el comercio internacional, belicismo creciente… en resumen, un año largo, muy incierto y bastante peligroso.
Un tronante Trump, presidente hegemónico de los Estados Unidos, tomará posesión del cargo este mes con voluntad de revancha frente a lo anterior y sin ocultar sus simpatías por los personajes 'fuertes' que anteponen el poder a la libertad. Será quien marque tendencia en el arranque del año. Y no es tranquilizante ni esperanzador.