Hoy no puedo dejar pasar por alto en estas nuestras habituales líneas, querido lector, un suceso que acontecía este pasado fin de semana en la capital de España. Un hecho que quizá, como es normal, no cope los principales titulares de los grandes medios de comunicación o de las televisiones generalistas de nuestro país, pero que para esta tierra, Burgos (y en particular para mi Ribera), no deja de ser sino un grito, una vez más, desesperado de justicia a reclamar.

Y es que este domingo, como acabo de comentar, un nutrido grupo de ciclistas -una grupeta de héroes en realidad porque no se les puede llamar otra cosa-, arribaban a la gran urbe de Madrid tras recorrer los 160 kilómetros que separan sendos municipios con la más que lícita reivindicación de la reapertura de la línea ferroviaria Madrid-Aranda-Burgos. Una infraestructura vilmente olvidada por todas las administraciones y grupos políticos que alguna vez han tenido algo que decir en los diferentes estamentos públicos que han ido sucediéndose a lo largo de nuestra a veces mal llamada democracia, y de la que desde las puertas de la estación de Chamartín se exigía a los responsables de tal sainete no voluntad o promesas, sino simplemente lo que es de ley: igualdad.

¿Por qué? Pues llanamente, por eso mismo. Por ecuanimidad y justicia. Un derecho privado para con esta tierra desde hace décadas en contra del primer artículo de la Constitución Española (sí, ese que propugna como valores superiores de su ordenamiento la libertad, la justicia, el pluralismo político y el término al que se hace referencia en estas líneas, la igualdad), y contra el que siguen luchando a día de hoy tanto empresas como empresarios burgaleses para seguir creando riqueza y puestos de trabajo -y en definitiva, futuro-, de cara a las familias que aquí viven y para las de las nuevas generaciones que están por venir. Así que por todo eso y por mucho más, gracias. Tanto a unos, como a otros.