Hace apenas unos días el Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública divulgó la Información Salarial de Puestos de la Administración. En castellano puro y duro, los sueldos que cobran, por ejemplo, los alcaldes y cargos públicos de toda España. De esta estadística se extrae que uno de cada tres ayuntamientos subió el salario a su regidor en 2023 más que a sus funcionarios.
Sucedió en Barcelona, Bilbao, Valencia, Sevilla... Es decir, fundamentalmente en consistorios de ciudades. Esta realidad contrasta con la de la inmensa mayoría de los pueblos, en los que la labor del alcalde suma décadas sin estar remunerada. Quienes se presentan y resultan elegidos ejercen por amor al arte, por el afecto que sienten hacia sus raíces y por vocación de servicio público. Ni más ni menos. No hay retribución económica a cambio, pese a las miles de horas que dedican al cargo a costa de sus familias o a los kilómetros que recorren a ver si alguien de los de arriba se digna a escucharles cuando no hay elecciones.
Lo que sí que se llevan los alcaldes rurales son unos cuantos dolores de cabeza, conflictos a deshora y hasta algún enfrentamiento. En definitiva, frustración. A ello se suma que nadie parece atreverse a meter mano al tema de los sueldos. Algunos regidores de pueblos pequeños reconocen incluso cierto miedo a hacerlo por verlo como una medida impopular. Con estas circunstancias, ¿alguno de ustedes se animaría a presentarse en las próximas elecciones municipales en su pueblo? Lo dudo.
Ante este panorama, el presidente de la Diputación Provincial de Burgos lanzó hace apenas unas semanas que se plantean pagar a los alcaldes. Ojalá sea así. El trabajo se ha de recompensar y remunerar. Van tarde, pero están a tiempo.