«El último grado de la perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia». Voltaire.
No hace falta hacer un análisis muy exhaustivo para traer a nuestra memoria las atrocidades que se están produciendo en diferentes países de nuestro mundo, al que llamamos civilizado.
No es de ser civilizado el proponer expulsar a los habitantes de la franja de Gaza hacia otros países para hacer de ese espacio una zona residencial de lujo, como propone el presidente de los EEUU el señor Trump -si se le puede calificar de señor- y cuya propuesta es aplaudida por Netanyahu -otro que tal baila, como diría nuestra querida Nieves Concostrina-.
La egolatría, la prepotencia, el racismo y la xenofobia les hace realizar actos de violencia hacia quienes solo quieren vivir en paz y rehacer sus países.
Decía en mi anterior artículo que no me fiaba de ese alto al fuego temporal y el tiempo me está dando la razón, por desgracia.
Se siguen produciendo ataques por parte de Israel a Gaza y se enfoca al estado de Cisjordania porque los señores de la guerra son insaciables. Si miramos hacia Rusia, ocurre otro tanto con Putin -ansioso de poder- con la invasión de territorio ucraniano (tres años ya de la contienda) sin visos de parar hasta conseguir lo que se propone.
Estas actuaciones no deben sernos ajenas porque la ola es expansiva y ya nos está rebotando -recordar el tema de los aranceles a la Unión Europea del que saben muchos agricultores y ganaderos entre otros sectores-, a no ser que les vayamos poniendo un muro -políticamente hablando- tan alto y potente que no puedan expandir sus ansias de poder y dominación, porque los buitres revolotean a ras de tierra.
Decía Charles Chaplin: «Más que máquinas, necesitamos humanidad, necesitamos bondad y ternura. Sin estas cualidades la vida será violenta y todo estará perdido».
Armémonos con la fuerza de la razón.