Claudia Vicente

A vuelapluma

Claudia Vicente


Susto o muerte

01/11/2024

Hoy, día de los muertos, les voy a contar historias de miedo. Empezaré por una que se hizo muy viral en las redes sociales y se plantea así, es de noche y en lo más profundo de un bosque intrincado se pierde su hija, está muy oscuro y es evidente que va a tener que pasar la noche allí. ¿Quién prefiere que le haga compañía, un desconocido o un oso? 

Antes de que me pregunten si el oso tiene hambre o acaba de comer piensen en la misma pregunta cambiando al desconocido por una desconocida. El alivio instantáneo es tan evidente como sobra la pregunta de si ese hombre desconocido con el que nadie dejaría a esa pobre niña desvalida es de derechas, de izquierdas, Errejón, empresario pederasta de Murcia o hijo de Mette-Marit. Tampoco vi en su momento que la culpa fuera de la niña, que quién le manda meterse en ese bosque o de las osas o de vaya usted a saber quién. La revisión se la tiene que hacer el Hombre, y digo Hombre como género, que en calidad de desconocido, cosa que a cualquiera de ellos le puede pasar, en una noche oscura, sea en el bosque o volviendo a casa desde las Llanas, da más miedo que un oso.

Otra pavorosa historia es la que viví ayer, a plena luz del día, al pasar frente a la puerta de un gimnasio, donde un grupo de chicos jóvenes, hijos sanos del patriarcado, tomaba unas bebidas energéticas después del entrenamiento. Lo que capté de su conversación me heló la sangre en las venas, las nubes taparon el sol y a lo lejos se escuchó el graznido de un cuervo. Debatían jocosamente de si Elisa Mouliaá estaba más buena cuando la acosaron o ahora. Luego preguntarán que por qué es tan difícil denunciar, pero si a día de hoy, en 2024, donde gracias a los espacios seguros como el de Cristina Fallarás es más fácil que nunca tener acceso a los relatos que nos ayudan a entender los matices y zonas grises de los abusos de poder en relación al consentimiento, los primeros interesados en no ser unos delincuentes se quedan en ese debate, me niego a culpabilizar a una víctima que elige susto cuando, tantas veces, la otra opción acaba en muerte.