Rosalía Santaolalla

Sin entrar en detalles

Rosalía Santaolalla


Fotos gourmet

09/08/2024

Lo de las pedidas de mano olímpicas está adquiriendo ya tintes como lo de los candados del Pont des Arts de París, que obligaron a cambiar la barandilla porque de tanto peso iba a colapsar la estructura. Como dice mi señora madre, lo poco gusta y lo mucho cansa. Si estabas buscando originalidad, pues ahí no es. No insistan, como decía un cartel en una tienda de Asunción (la de Paraguay), cansados de que les pidieran algún artículo que no tenían ni, por lo visto, pensaban tener. También igual hay que pensarse lo de pedir a alguien que se case contigo delante del público, frente a las cámaras y expuestos a las redes sociales -un nada desdeñable componente de presión- y mientras esa persona está disfrutando de su momento tras ganar una medalla. Igual incluso hay que darle una vuelta a si te apetece que el momento en que alguien te aceptó -o no- como tu marido o tu mujer se convierta en un vídeo viral. 

Casi nadie se escapa de exponer algún aspecto de su vida en redes sociales, desde cualquier monería del gato a unos pies en una playa cántabra. Yo me quedo con las cosas de comer y de beber. Porque son memoria viajera, incluso antes de que uno pudiera plasmarlas en una foto que seguramente quede sepultada en la galería del teléfono móvil. ¿Un bollo preñao? El día que se me resbaló un vaso mientras escanciaba sidra en Llanes. ¿Un pan de pita relleno de mil cosas? Polonia y el único viaje en el que he hecho autostop y del que no tengo ni una foto. Unas sardinas que se salían del plato, incluso del mundo, y una sensación de estar tan a gusto que decidí que volvería al Alentejo al año siguiente. Aquella copa de fino en una bodega de Jerez que hizo que me olvidara del calor y las preocupaciones, todo de una vez. Los tomates de Toño. Chapulines en medio de un viñedo del Bierzo. Esa copa de albariño junto al mar con la que me di cuenta de que nunca dejaré de aprender. No está mal para ser en vacaciones.