Termina 2024. Y lo hace con luces y sombras. Por un lado, la economía española ha experimentado un crecimiento generalizado basado en el sector primario, recuperado de la sequía del año pasado; el manufacturero, que ha superado la crisis energética; y el turístico, recuperando cifras pre-Covid. Esto supone que las previsiones de crecimiento del PIB de nuestra economía lleguen al 2,8%, superior al del 2023, lo cual ha tenido reflejo en el mercado laboral, reduciendo la tasa de desempleo hasta niveles cercanos al 11%, no vistos desde 2008.
Pero por el lado contrario, observamos como los indicadores sociales no solo no avanzan, sino que retroceden. Según la valoración que realiza la Comisión Europea sobre las políticas sociales de los países integrantes de la Unión, España se encuentra en una situación crítica, con debilidades en 10 de los 17 indicadores analizados, obteniendo en cuatro de ellos datos que son totalmente inaceptables. Son los referidos al porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social, tanto general como infantil, con un 26,5% y 34,5% respectivamente, frente a datos medios en la Unión Europea de un 21,3% y un 24,8%. Además, en lo relativo al abandono prematuro de la educación, el dato en nuestro país alcanza el 13,7% frente a un 9,5% en la UE. Si a esto unimos el elevado crecimiento del precio de la vivienda previsto tanto para 2024 como para 2025, podemos concluir que las políticas sociales no solo no están dando ningún fruto, sino que en España, a las familias cada vez les cuesta más cubrir sus necesidades básicas
¿Y entonces, quienes velan por promover acciones que reduzcan las desigualdades sociales?
En 2012 el Sr. De Guindos liquidó, es decir bancarizó, a las Cajas de Ahorro. Estas entidades habían desarrollado durante décadas un modelo de aportación a nuestra sociedad, basado no sólo en una necesaria inclusión financiera sino también en el reparto de sus beneficios a través de una apreciada Obra Social que cubría las principales necesidades sociales y culturales de cada territorio. Pero por suerte, y a pesar de las intenciones de este Sr., de ese proceso surgieron unas fundaciones que hoy siguen trabajando por reducir las desigualdades sociales a través de amplias, innovadoras y reconocidas actividades. Estas entidades han invertido en Obra Social más de 7.800 millones de euros durante los últimos 10 años y llegan a más de 30 millones de usuarios anualmente, lo que las mantiene como los principales inversores sociales privados de nuestro país.
La semana pasada se han otorgado los Premios Ceca de Obra Social y Educación Financiera 2023-2024, en los que se han reconocido las 22 iniciativas con mayor impacto desarrolladas por estas fundaciones y que son dignas de conocer y difundir. Actividades enfocadas, dentro del ámbito de la acción social, a reducir la soledad no deseada o a transformar la atención sanitaria de las personas con discapacidad intelectual. A fomentar, dentro de la Cultura y el Patrimonio, la restauración de edificios de interés cultural o la digitalización de los archivos museísticos. A impulsar, a través del Ocio y del Deporte, disciplinas deportivas como el atletismo o la pelota entre públicos juveniles. A poner en marcha centros que favorecen el emprendimiento, el desarrollo local y el empleo. A potenciar una educación abierta, innovadora y de futuro. A sensibilizar sobre la necesidad de apostar por la sostenibilidad de nuestro medio ambiente y aprovechar las oportunidades que las nuevas formas de movilidad generarán en nuestra economía. Y a ofrecer vías de formación sobre la gestión de nuestro dinero que permitan a las personas tomar a lo largo de su vida decisiones adecuadas. Todas estas actividades, asimismo, tienen muy en cuenta a colectivos específicos que carezcan de los recursos necesarios o se encuentren en situaciones de vulnerabilidad, apostando por reducir las desigualdades entre personas.
Además, son entidades que no solo desarrollan una visión a largo plazo, sino que cubren necesidades urgentes, tales como las producidas por el volcán de La Palma, la guerra en Ucrania o la última DANA, ofreciendo importantes recursos económicos tendentes a mitigar los efectos generados por las mismas.
Por tanto, podemos estar orgullosos de contar en nuestro país con unas fundaciones que contribuyen de forma decidida y con amplios recursos a alcanzar una sociedad más justa y próspera, que fomentan la igualdad de oportunidades para todas las personas, que conocen de primera mano las principales necesidades que cada territorio tiene y que, sobre todo, escuchan atentamente a las personas. Y en una época como la actual, saber que contamos con entidades que velan por nuestro futuro genera mucha tranquilidad.
Les deseo a todos unas muy felices navidades y estoy seguro que ustedes también sabrán velar por el futuro de nuestra sociedad.