Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Ave, Caesar

21/01/2025

Una de las cosas más penosas de la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos es ver la alegría de ajenos ultras tipo Milei o Abascal creyéndose personajes, como si fueran parte de esa victoria. Y tal vez sea así.

El presidente Donald Trump se concibe a sí mismo imperial, pero no según la vieja tradición romana. Trump, el deportador, no va a conceder la ciudadanía ni va a integrar provincias romano-americanas por el mundo. Él busca generar un gran eje económico americano -esa obsesión por comerse Canadá, por adquirir Groenlandia, por achuchar México, por quedarse el canal de Panamá-, y en segundo lugar, sostener ciertas marcas inevitables, caso de Israel, que siguen respondiendo a política doméstica. Otra cosa es eso que se ha denominado la penetración tecnofeudal, con la que, gracias a las grandes corporaciones de comunicación y alta tecnología, las Big Tech, una parte importante del funcionamiento económico y financiero mundial puede quedar a sus pies. De ahí el inquietante papel que puedan jugar esos ultrarricos -aquejados, a su vez, del síndrome del emperador- en ese alarmante nuevo entorno plutocrático: Elon Musk, Tim Cook, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Jeff Bezos…, cualquiera de los cuales, como ya hemos visto, puede alterar con sus redes sociales las elecciones del país que deseen.

Y así, ¿a qué tanta alegría de nuestros ultras nacionales? ¿Por qué a Abascal es más fácil encontrarle en un aeropuerto de Florida que en el Congreso de los Diputados? La ultraderecha europea, tan patriota, tan nacionalista, se ha revelado títere de lobbies rusos y americanos. Los ultras andan haciendo caja con sus fundaciones privadas, mientras sobrevitalizan zonas de alto consumo mediante desregulación y desprotección social -Modelo Maldad DF-, a cambio de desecar los entornos circundantes, que no pueden competir con los polos tractores de toda inversión, boicoteando su gobernabilidad, la atracción de emigrantes, etc. Lo llaman libertad, pero es juego sucio contra cualquier sentido de equidad, de apoyo a los territorios, de servicios sociales, de verdaderos derechos.

Abascal, como Milei, están felices con la llegada de Trump, porque les va a llenar los bolsillos mientras desestabilizan sus países al servicio del imperio plutocrático. Se esforzarán por convencernos de que cualquier iniciativa de nuestros gobiernos en la defensa de nuestra industria, de nuestras inversiones, de nuestra tecnología, es cosa del sanchismo… Porque los ultras, sépanlo, se han vendido al César extranjero. Sic transit gloria mundo.

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