Días antes de que entrara en funcionamiento el desvío del ferrocarril, hace ya dieciséis años, esta humilde periodista de provincias se acercó a uno de los pasos a nivel que partían la ciudad en dos para grabar las señales acústicas que avisaban de la llegada del tren. Quería comenzar un reportaje con aquel sonido. El paso de los convoyes ponía en pausa durante unos minutos la vida de muchos burgaleses unas cuantas veces al día. Era mi caso: las vías atravesaban el camino que tenía que recorrer desde mi casa hasta la de mis abuelos, así que he escuchado aquel sonido, visto aquellas luces y esperado pacientemente junto a aquellas barreras blancas y rojas no pocas veces. Aquel día de diciembre de 2008 escogí grabar el paso a nivel de la calle Madrid porque iba a entrevistar para el reportaje a una persona que vivía cerca de allí y que había perdido a su madre varias décadas antes, arrollada por el tren justo en aquel lugar. Con una mezcla de resignación y pena infinita, me contó incluso cómo un médico que trabajaba en el antiguo Hospital Provincial -allí mismo también- había intentado salvar su vida. Y él seguía viviendo junto a aquella barrera que seguro que le traía recuerdos constantemente.
La suya era una de tantas historias de familias de la ciudad a las que el tren arrebató uno de sus miembros. Las muertes de varios jóvenes, siempre más traumáticas, llegaron a provocar movilizaciones ciudadanas. Lo negativo tiende a desaparecer de la memoria, pero seguramente a los vecinos de la zona sur con suficiente edad, cuando pasen junto a las cicatrices que dejó el tren en la trama urbana y que el diseño del Bulevar ha resuelto con bastante ingenio, les volverá a la cabeza todo aquello y más: el ruido que hacían los vehículos al pasar por encima de las vías en los pasos a nivel, los avisos de las locomotoras o las veces en que las barreras no se levantaban al terminar de pasar un tren porque venía otro en sentido contrario. Sea cual sea el futuro nombre del Bulevar del Ferrocarril, seguro que en algún punto de su trazado hay un hueco para recordar hasta qué punto aquellas vías -y luego su desaparición- han protagonizado una parte de la historia de la ciudad.