Es increíble la cantidad de basura que se acumula en las calles de Aranda de Duero. ¿En qué momento a alguien se le ocurre que el mejor lugar para abandonar su viejo somier es junto a una papelera en plena calle San Francisco? Sucedió hace no mucho y el trasto permaneció ahí un par de días. Sí que generó algún que otro comentario de incredulidad entre los vecinos, pero tampoco tantos. Por desgracia, hay quienes se han acostumbrado a que este tipo de estampas sean la norma. Y es que cada vez se ha vuelto más habitual encontrarse con colchones junto a los contenedores de cualquier barrio, sillones hechos polvo e, incluso, frigoríficos o lavavajillas estropeados en mitad de una acera.
A sus dueños les debe costar horrores la ardua, enrevesada y agotadora labor de realizar una simple llamada. Sí, una llamada de teléfono. No hace falta más. Cualquier vecino tiene a su disposición un servicio gratuito de recogida de enseres. Basta con marcar los nueve números de rigor y que la empresa que presta el servicio le indique qué día debe bajar los trastos de los que quiere desprenderse. Le pedirán que lo haga a última hora del día. Y, a la mañana siguiente, casi por arte de magia, cuando esa persona y el resto de vecinos salgan a la calle, no habrá ni rastro del dichoso colchón. No sé, no parece tan complicado. Pero, oye, no hay manera.
Los comportamientos incívicos se suceden. La lista es larga, casi infinita. Han 'aparecido' carritos de la compra en el río Bañuelos, se ha llegado a acumular uralita en la escombrera de las eras de Santa Catalina, detrás del cementerio no hay más que porquería... Por no hablar de los excrementos de los perros. En algunos portales han puesto carteles pidiendo, por favor, que recojan las heces. Pero por uno les entra y por otro les sale. De pena, un retroceso tras otro.