Beni Pérez

Plaza Mayor

Beni Pérez


Protección de datos

15/03/2025

Me dicen en la asociación cultural de mi pueblo que tengo que renovar la solicitud de  inscripción, que les han pedido que, por la Ley de Protección de Datos, modifiquen las fichas  con datos nuevos. Y yo pienso «ya soy socia, ya saben dónde pasarme la cuota; paso de hacer  más papeles». Y no es por pereza. Pero es que la susodicha Ley se diseñó para proteger la  privacidad de los individuos, pero, desde que se empezó a utilizar, nos asediaron con llamadas  telefónicas de televenta y con publicidad no deseada en nuestros correos electrónicos. Y,  desde entonces, nuestros datos saltan de una plataforma a otra, todos son transferibles de  aquí para allá. Desde luego, la Ley no protege la privacidad del ciudadano, sino la rapacidad de  las empresas, que lo acosan con llamadas, mensajes... y eso si son verdaderos, porque a todos  nos ha llegado una multa que tenemos que pagar urgentemente (y no conducimos) o tenemos  un paquete retenido en Barajas que desaparecerá si no lo abonamos ya mismo (y no hemos  viajado en avión ni tenemos contacto con el extranjero). 


Yo propongo una especie de desobediencia civil: no dar los datos correctos en aquellos lugares en que no sea imprescindible; ni los números de teléfono, ni la dirección de correo  electrónico, ni la dirección postal. Pero, claro, luego llegan las instituciones y nos piden esos  datos, se los damos -porque es por nuestro bien-, tienen una filtración informática... y  empresas ajenas a la institución terminan por tener, pongo por caso, nuestro historial médico.


Me dicen que, desde hace poco, las llamadas de captación comercial están prohibidas, y que  solo te pueden contactar las empresas de las que seas cliente. Pero a mí me llaman, dicen que  de Iberdrola, y resulta que  no saben que soy su cliente. Está claro que es una empresa de  contactos comerciales saltándose la nueva normativa. Evidentemente, de algo tienen que vivir  las empresas de llamadas telefónicas que tanto han pululado en los últimos años. 


Mal remedio tiene esto. Nunca más vamos a ser ciudadanos anónimos. Nos tienen fichados. Y  nuestros datos forman parte del Big Data que enriquece a algunos. Para ellos, por fin, sí somos  solamente números.