Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Escena

15/01/2024

La fabulosa vuelta a la normalidad postnavideña tiene en Burgos un hito ya casi tan característico como una de esas heladas mañaneras salvajes, pero para bien. Se trata del festival Escena Abierta, que este año celebra su 25 aniversario. 

Tal vez, por lo que sea, usted no lo conoce o le suena el nombre de leerlo en este diario, oírlo en la radio o verlo en muchos carteles que hay por la ciudad anunciándolo, pero poco más. Pues yo, desde aquí, quiero simplemente recomendárselo, invitarle a que se acerque a probar. Vale, pensará usted, pero ¿de qué va la cosa? Pues el Escena Abierta es un festival de teatro contemporáneo (moderno), y aquí lo importante es el adjetivo. De hecho es un referente en el panorama nacional. ¿Y qué es el teatro moderno?, deduzco que me pregunta con esa mirada de cejas levantadas. Pues es de todo; formas, temáticas y lenguajes distintos a los que tal vez esté acostumbrado, y eso es lo bueno del asunto. En este festival, que programa a lo largo de diez días en el desierto de enero, uno como espectador (y hablo por experiencia propia) se puede encontrar propuestas que le arrebaten, que le emocionen, que le miren a los ojos y le conmuevan, que le hablen de lo que uno tiene miedo incluso de pensar; que le fascinen estéticamente, que le sorprendan, que le llenen las pupilas de gozo… Y otras, que le dejen frío, que no le digan absolutamente nada, que no entienda, que le disgusten abiertamente o que le parezcan una mierda. Exactamente igual que en cualquier ámbito de la vida. 

Y de la misma manera que nos acercamos sin reparo a degustar un restaurante nuevo, asistimos alguna vez un partido de baloncesto al Coliseum por conocer el ambiente o nos damos de alta un mes en una plataforma, por ver, le invito a que pruebe este teatro, a que se deje sorprender, sin prejuicios. Y luego si nos gusta (como cualquiera de las otras cosas), pues mejor. Le invito a que disfrute, por ejemplo, de un texto que habla de dolores y renuncias escrito con lucidez y representado con pasión; de una banda de música acompañando a la acción, meciéndola con su propio lenguaje; de un escenario que se convierte en otro lugar una y otra vez gracias al juego de luces, a la pura magia del teatro. Todo esto pasó el viernes en el Fórum en el arranque del festival con Amadora, la propuesta de la dramaturga burgalesa María Velasco y la música Miren Iza (Tulsa).

Y el invento continúa hasta el domingo. En este enero infinito y oscuro es una buena razón para salir de casa y plantarse ante algo tan maravilloso como otra persona que nos quiere contar algo, su historia, a su manera, sobre un escenario, como lleva sucediendo miles de años. Sin pantallas, cara a cara, de verdad. Solo por eso, merece la pena. Y, además, es barato. Ahí nos vemos. Salud y alegría.