Cuidado. Ronda en el ambiente una cierta sensación de conformismo dañina donde las haya. Puede que durante estas semanas pasemos de un extremo a otro y nos encontremos con una oferta cultural desbordante en Aranda y los pueblos de la Ribera del Duero. Es cierto que las obras de teatro, los conciertos, los concursos literarios y las recreaciones históricas se multiplican en comparación con la escasez del invierno, tan largo y crudo en gran parte de la comarca, hasta el punto de que uno no da abasto para asistir a tantos actos como le gustaría.
Sobra decir que detrás de cada uno de los eventos que se organizan, por simples que puedan parecer, se esconde el esfuerzo de un buen número de personas que, en la mayoría de los casos, dedican un tiempo muy valioso de manera desinteresada por amor a sus raíces y a la tierra que les ha visto nacer y crecer (y por desgracia puede que también emigrar sin grandes esperanzas de regresar). Sin embargo, este trabajo no siempre se ve recompensado. Y, lamentablemente, en unos y otros puntos de la comarca hacen ruido ciertas voces que dominan a la perfección la queja por la queja. Que si la música les molesta, que si el concierto no les deja dormir, que si otra vez un cuentacuentos, que si siempre traen teatro al pueblo y en la asociación no se molestan en programar otras actividades... Vale, nunca llueve a gusto de todos. Pero, por favor, un poco más de comprensión, que luego se organizan eventos a la puerta de casa y muchos no aparecen ni queriendo. O sólo se quedan con la parte negativa. Tampoco estaría mal que la gente se involucre más o que valoren las ganas de mejorar que en determinados colectivos sí que tienen. Ya saben, sin actitud no se va a a ninguna parte.