The eve of the war. Jeff Wayne.

Suenan, como hacía tiempo no sonaban, tambores macabros que anuncian una nueva gran guerra. Como si las dos grandes contiendas del siglo pasado no hubieran existido, o como si a nuestros dirigentes y a la sociedad en general, se nos hubiera olvidado el horror que vivieron nuestros padres y abuelos.

También pudiera ser que la (des)Humanidad se hubiera insensibilizado por culpa de las noticias de los cotidianos conflictos que 'amenizan' nuestros informativos de una manera insistente y machacona desde los años 90. 
Yugoslavia, el Congo, Siria, Nigeria, Yemen, Sudán, Ucrania… cada una compitiendo con la anterior en superar los límites del horror y la miseria humana.
Ahora Palestina, una vez más. Si creíamos que lo habíamos visto todo, el actual escenario de muerte y destrucción en que un genocida sin escrúpulos ha convertido el territorio palestino es un anticipo de lo que nos espera si no ponemos en su sitio a estos señores del horror. 

Parece mentira que un pueblo que sufrió en sus propias carnes un genocidio que todavía sigue estremeciendo la memoria colectiva, emplee las mismas armas para ocupar un terreno que no es suyo, y para ello utilicen la misma estrategia que ellos sufrieron. Exterminio de mujeres, niños, ancianos. Acoso por hambre y sed. Negación sistemática de los más elementales derechos como el acceso a la higiene, a la alimentación, a la asistencia sanitaria o a la paz.

Y todo ello con la soberbia que da el considerarse el pueblo elegido de dios. Un dios, que a estas alturas de la historia estará preparando ya una nueva edición de plagas, algún diluvio universal o cualquier otra catástrofe punitiva que despeje el terreno para que unas nuevas generaciones aprendan la lección y puedan convivir en paz, en armonía y sin tratar de imponer sus creencias a quienes no necesitan de guías espirituales.

Pero por si acaso, vamos a ver si llevamos a estos genocidas ante los tribunales de derechos humanos.