Hay que ver cómo nos gusta poner etiquetas a los artistas, y las personas en general. Y también a las generaciones. Que si X, que si Z, que si millenials, que si baby boomers... Yo no me abstraigo de esa tendencia, pero como empecé en EGB a estudiar francés y luego inglés en BUP, y no sé ninguno de los dos idiomas, prefiero tirar de lo hispano, de lo patrio. Por ello, creo que tanto para los que sin haber llegado decimos ya que tenemos 60 años como para los que los han superado les queda más aparente el sello de Generación Páginas Amarillas (GPA). Sí, antaño ahí estaba todo, desde un fontanero de urgencia hasta un callista diplomado, desde carbón vegetal a domicilio hasta el restaurante de pitiminí y clavada con visita del chef incluida. ¿O antes eran todos cocineros? Ahora nos tenemos que pelear con el móvil y la tecnología, con resultados desiguales. Este nuevo mundo muestra menos fronteras, pero más alambradas.
Y ya que estamos por estos andurriales, por las cosas de la edad, echemos un ligero vistazo a lo que delata, casi sin darnos cuenta, que pertenecemos a dicha generación papelera. A lo de pedir un gin tonic de MG y lo de que nuestros pelos se van desplazando de la cabeza y de las piernas a las orejas y las narices, habría que añadir que ya no hay vuelta atrás en lo de sentirse joven cuando ponemos en nuestro WhatsApp una foto de cuando teníamos 24 años y pelazo negro, y tampoco cuando maldecimos a los pantalones que en la bragueta tienen botones en vez de cremallera.
No se puede generalizar, pero ver y disfrutar enteras todas las películas en blanco y negro (hay cientos de obras de arte), hasta las más mediocres, suele ser una señal inequívoca de GPA, como también, al ser preguntados por la edad que tienen nuestros hijos, decir los años que van a hacer, aunque falten 11 meses para su cumpleaños. Al volante queremos 'rejuvenecer' escuchando emisoras musicales actuales, pero a los pocos minutos volvemos a Kiss FM o a Cadena Dial. Tal cual.
Seguimos pagando en metálico, salvo los viajes a Canarias por agencia, y nuestras mañanas no celebran el nuevo día como Dios manda hasta que el café con leche o el tinto Ribera no se acompaña con la serena lectura o una rápida ojeada del Diario.
Pero no se rindan, sigan buscando y provocando fogonazos juveniles que les iluminen cada día, hacia atrás y hacia el futuro, que es donde vamos a pasar el resto de nuestra vida a partir de hoy. Algunos todavía con pelazo.