Ahora que ya están lanzadas la bomba anunciadora y la bota (cada una en una trayectoria distinta), toca disfrutar de los Sampedros, cada cual en la medida de sus posibilidades y sus apetencias. A servidora, por ejemplo, al contrario que al compañero con el que alterno este espacio los viernes, no la verán en la plaza de toros, pero le ponen delante a los gigantones y ahí se queda, embobada. Y el himno me lo sé y me uno, desde el cantemos hasta el salve. Y me temo que sí, desafino. Solo queda desear que los siete días de fiestas sean tranquilos, divertidos, inclusivos y que no haya que volver a achicar agua de ningún local como hace un par de días y que a la vuelta retomemos lo pendiente, que no son pocas cosas. Bueno, el Consejo de Ministros no se encuentra en parada técnica por San Pedro y San Pablo, así que podría ir licitando las obras del Hospital de la Concepción, que ahí sigue, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo. Solo que en el edificio de la calle Madrid esquina Barrio Gimeno no pasa nada más. Menudo susto se van a llevar las cigüeñas cuando empiecen esas obras.
Tras las fiestas se espera el arreón definitivo en los trabajos del futuro centro de salud de Capiscol. Y tiene que ser así porque todas las circunstancias que han rodeado a esta obra son una acumulación de despropósitos aderezados con mala suerte y porque, parece mentira que haya que decirlo otra vez, una caseta prefabricada no es el lugar donde un profesional pase consulta ni un paciente tenga que recibir atención sanitaria, que es lo que está pasando ahora en el García Lorca por falta de espacio. Y luego está lo del 15 de julio: fecha que no hemos puesto los periodistas, sino el equipo de Gobierno del Ayuntamiento, para el cierre definitivo del Mercado Norte. La ventaja e inconveniente del mercado provisional de la plaza de España es que el diseño de su fachada deja ver el interior, lo que permite comprobar a cualquiera desde fuera que allí solo habita estos días una escalera metálica que ha quedado en mitad de un pasillo. Hay grupos de jóvenes que ya se sientan en las bancadas del exterior, dando sentido a ese espacio. Ahora solo falta ver movimiento en su interior.