Pedro Barrantes, protagonista en la bohemia madrileña al comenzar el pasado siglo y de quien dicen que caminaba con el titubeo de los sonámbulos, estuvo condenado en la cárcel Modelo por el exceso en sus versos satíricos anticlericales y contra políticos. Allí le torturaron, le dieron por muerto y le arrojaron a una carreta que le condujo a una fosa común, de donde logró salir dos días después tras espolvorearse la cal que le cubría. Su vida parece hecha para ser pintada por Goya y está llena de anécdotas por las que ha sobrevivido más que por sus versos y colaboraciones en distintos periódicos, entre los que seguramente figuraran algunos de los dedicados a contar asesinatos y hechos transgresores. Fueron aquellos los primeros periódicos de sucesos que, al igual que sus periodistas, muchos liberales y republicanos, fueron combatidos por Iglesia y sectores conservadores, pero que interesaron a una población que todavía creía en hombres lobo y chupasangres y que, como siempre parece haber sucedido, se motivaba con la 'sangre'.
Cincuenta años más tarde, cuando, a pesar de la censura, desde 1952 aparece y se expande El Caso, principal periódico de sucesos en la historia de nuestro periodismo, como recogemos en el libro que sobre esa publicación y nuestra ciudad presentamos este mes, esa prensa seguía siendo vista como algo de mal gusto y marginal. Periódico de porteras, decían, pero su fundador y propietario afirmaba que no había tantas (llegó a tirar 400.000 ejemplares), que los lectores de ABC lo escondían, que entre los suscriptores estaban Fernán Gómez (El viaje a ninguna parte trata de un hecho recogido en el semanario; El Verdugo de Berlanga también aparece en El Caso), Cela o Robert Graves… Su tinta inspiraba relatos. Sus páginas enseñaban que en los años del Régimen de silencio, obsesionado por transmitir la imagen de un país tranquilo y ordenado, la realidad era otra. Lo era por distintas razones y también porque los tipos de crímenes, delitos y hechos truculentos, no son algo que se pueda minimizar tras una escueta nota gubernativa sino un rasgo esencial del retrato de la sociedad en la que suceden.
Hoy, una prensa específica de sucesos no tiene hueco. Tampoco desprestigio. La prensa generalista y televisones los tratan ampliamente. Y el basural de las RRSS llega mucho más allá; el 20% de la plantilla que desde Barcelona supervisa contenidos de Facebook, ha llegado a padecer baja laboral psicológica, según contaba Álex Grijelmo hace unos días en la presentación de su libro La perversión del anonimato.