El viento que viene empujando el año desde el oeste, lleva la carga de aquella escarcha, tormenta y nubosidad de los febreros que repelían a Shakespeare. La misma que llevaba aquel febrero en el que el poeta moría tras buscar refugio en Francia y en lo que pienso ahora mientras veo la exposición que sobre los hermanos Machado han organizado la Fundación Unicaja, la Academia Burgense de Historia y la Academia Sevillana de Buenas Letras y que actualmente puede visitarse en la sala que la Fundación tiene en Plaza España.
En esa sala de exposiciones, más espléndida hoy por el equilibrio alcanzado entre la estética y el contenido, entre lo que se cuenta y la forma de presentar lo que se cuenta, los protagonistas estos días son los Machado, su obra y el transcurso de su vida, unido a tantos hechos y aspectos que invitan a interesarse por aquello sobre lo que se construyó casi un siglo de nuestra historia.
Tras comenzar la exposición presentando a los hermanos por lo compartido con los que les precedieron a través del tiempo, los huesos y la sangre jacobina (desde los abuelos), allí late la pasión por el folklore y tradiciones. Allí está la Institución Libre de Enseñanza, donde los hermanos acudieron y cuyos ideales de desarrollo integral, coeducación, amor por la naturaleza o defensa de la escuela laica en la que formar ciudadanos capaces de volar libres y responsables alentaron la vocación de no pocos maestros durante la República (recuerda a Benaiges). Allí se trata de la bohemia madrileña en los inicios del siglo XX; se habla del París de ese momento; de la poesía, del teatro y del periodismo; de la tertulia y del café; de la vida pequeña en pequeñas localidades; del alma y del paisaje de Castilla; del amor y de la voz que te pide Huye del triste amor; de la República; de la guerra que aísla y distancia de los demás y de uno mismo; de la represión, del miedo, del exilio y muerte también en el caso de Antonio. Y en el de Manuel, del acomodo o la mera supervivencia, no lo sé, en el Madrid de posguerra e Insomnio que en Hijos de la Ira denunciaba otro poeta. Pero también en la exposición brillan las tardes azules y el sol de infancia de esos personajes morales, cómplices, sensibles y buenos en el buen sentido de la palabra. Ensancha la vida pensar, aprender y disfrutar observando durante un rato todo eso que allí se muestra.