Una queridísima amiga mía trabajó en Burgos Acoge recién terminada la carrera y nos contaba, aterrorizada, cómo tenían que cambiar a menudo la ubicación de los pisos donde daban la oportunidad a las personas migrantes de labrarse un futuro porque aparecían amenazas y esvásticas en los portales. La escuchábamos estupefactas porque esa parte de la sociedad nunca la veíamos. Era algo que nos parecía residual, de otra época u otra ciudad. ZP era presidente, nos habíamos ido de la guerra de Irak, nuestros amigos gays se podían casar, vivíamos en una utopía naif en la que nuestros sueños de una sociedad más justa se iban a cumplir y no podíamos concebir Burgos como un lugar tan peligroso, pero lo era.
Años más tarde, hace ya menos, mucho después de que se desinflara el 15M y la extrema derecha sacara pecho y escaños, una de las personas a las que más quiero en el mundo llevó las redes sociales de Burgos Acoge, y cuando me contó las barbaridades que le escribían por privado, ya no me sorprendió tanto.
Así he seguido con todo el dolor de mi corazón la frustrada eliminación de los convenios del ayuntamiento con Accem, Burgos Acoge y Atalaya y no puedo evitar pensar en que los matones que se escondían tras una pintada o un alias de Instagram han adquirido el poder de hacer sus deseos realidad. Y a más saña, en su ignorancia, que es tan grande como su racismo, el convenio con Cáritas sí que lo querían mantener, como si su vínculo con la Iglesia diera más legitimidad a sus objetivos, insultando así a la inteligencia de todos los católicos. Porque hay que ser zote para pensar en Cáritas como en algo diferente a las demás oenegés en cuanto a promover una sociedad más justa, como si no fuera Cáritas a ponerse del lado de quienes llevan trabajando de su mano desde hace ya muchos años.
Y que, tras llenarse la Plaza Mayor con el clamor de un pueblo que no se deja engañar por políticos trileros que cuelan sus demandas en la matemática electoral, la alcaldesa haya rectificado, me invita a celebrar esta victoria social este fin de semana, porque como decían las pancartas, el verdadero efecto llamada es la solidaridad.