El caso es que el cuerpo me pedía hablar de fiestas. Recordar aquellos días en los que, siendo mozo y después de haber hecho la pretemporada por los pueblos de la comarca, te preparabas para el día de la víspera. Esa jornada tan virginal en la que todo estaba por hacer; donde el único mandamiento por cumplir era el de 'arrepiéntete de lo que hagas, no de lo que no hagas'. Pero hete aquí que en los últimos días han surgido dos de esos asuntillos que aparecen como un grano en salva sea la parte: el Trebiño Araba da y el León Solo.
El Condado volvía a ser noticia después de que unos energúmenos quemaran las banderas de España, Castilla y León y la Unión Europea que ondeaban en el Ayuntamiento de Treviño, para colocar en su lugar la ikurriña. Los cándidos dirán que fue uno de los efectos perniciosos de una noche de fiesta que se alarga. Otros, que el odio enfermizo que germinó en muchas cabezas euskaldunas durante los años de plomo se hereda y que el independentismo vasco más que 'normalizado' está larvado.
Sobre lo de León. Justo antes de ponerme a escribir esta columna, leía en la red social X un extenso comunicado de nuestro paisano Luis Tudanca, con el que pretendía salir al paso del lío en el que le han metido algunos de sus compañeros de partido. La Diputación de esa provincia ha aprobado una moción pro autonomía leonesa, con los votos del PSOE y de la UPL. Desde Madrid, el ministro de Política Territorial, el canario Ángel Víctor Torres, consideraba «legítimo» que León quiera configurarse como autonomía. Otro socialista, el alcalde de León, es más partidario de separarse de Castilla y juntarse con Asturias.
Yo tenía ganas de fiesta, pero creo que Tudanca tiene más, al menos para olvidarse durante unos días de tanto cansino.