Yo no estoy en contra de que se publique el indigno y macabro libro sobre José Bretón. Es uno de los peajes a pagar por vivir en un sistema capitalista y de libertades, en el que impera el derecho a ganar dinero -en este caso a costa del dolor de una madre- mientras no se vulneren principios constitucionales. Lo que me encorajina del debate que ha surgido en torno a la obra sobre el asesino de los niños Ruth Bretón Ortiz, de seis años, y José Bretón Ortiz, de dos, son los argumentos con los que se intenta justificar esa publicación. El que produce más vergüenza ajena es aquel que compara al autor de El Odio, Luisgé Martín, con Truman Capote y su A Sangre Fría. En lugar de ir de frente y asumir, tanto la editorial como el autor, que han olido el negocio y que se pretenden forrar con la carnaza, intentan hacerse perdonar por revictimizar a una mujer, a la que un esmirriado criminal parece que no está dispuesto a dejar en paz.
Conviene no engañarse. No tardaremos en volver a indignarnos cuando llegue el día en el que se publique un libro con el testimonio de etarras sanguinarios como Txapote. En ese caso, es muy factible que el ejecutor de Miguel Ángel Blanco encuentre un amanuense que le compre su chatarra ideológica, un 'equidistante' que relate su lucha contra el Estado opresor para justificar sus crímenes. De alguna manera, es un relato similar al que se pudo ver en la última gala de los Goya, cuando el discurso de la productora de La Infiltrada fue seguido por los actores con caras de circunstancias y sin saber si podían aplaudir o no a un mensaje tan contundente contra el terrorismo de ETA y sus acólitos políticos.
Retomando el sentido primigenio de esta columna, es de bien nacidos mandar un abrazo solidario a Ruth Ortiz, la única víctima de toda la farsa que se ha montado. Jamás podrá desprenderse del dolor por el asesinato de sus pequeños. Para evitar que el tiempo cicatrice algunas heridas, su exmarido ya se ha encargado de encontrar el vehículo con el que perpetuar el daño. Y ha habido alguien que está encantado con el protagonismo que le ha dado José Bretón, porque además le ha servido para engordar su ego y que le hayan comparado con ilustres de la literatura universal.