Cada cierto tiempo me encuentro con una situación ilógica como pocas. Me refiero a cuando sacamos los abonos para del teatro (o para cualquier espectáculo) y, después de pelearnos con el ordenador, sus ralentizaciones y un par de bucles de la página, con los nervios a flor de piel, vemos cómo los asientos se iban cubriendo, pensando que ya nos quedamos sin sitio… conseguimos nuestras entradas. Y, para nuestra sorpresa, resulta que no solo pagamos el precio de nuestros abonos, sino que además debemos costear unos 'gastos de gestión' que, sin ser excesivamente onerosos, caldean nuestro ánimo, puesto que no sabemos de qué gestión nos hablan. ¿O acaso no hemos sido nosotros quienes hemos localizado, pagado, asentado e impreso nuestras entradas? ¿Qué gestión estamos pagando, la de quien hace ya muchos años diseñó el programa que ahora nos vuelve locos por sus fallos? Y entonces alguien me dice que en casi todas las compraventas por Internet hay gastos de gestión. Y yo me digo: «El ordenador es mío, la electricidad también, yo le doy a la tecla, yo abro la página correspondiente, yo me peleo con el ordenador, yo imprimo los abonos en mi impresora… entonces, ¿qué gastos de gestión he generado? Y, si los hubiere, ¿a quién se los estoy pagando?»
Y ahora, después del 'Viernes negro' y encarando ya la Navidad, abundan las compras y gestiones por Internet. Las comisiones son evidentes y, en algunos casos, las empresas esperan que nos comportemos como expertos subastadores. Prueben a sacar unos billetes de tren (ojalá) o de avión: el mismo trayecto cambia de precio cada minuto, tu billete puede valer cien euros y el del pasajero de al lado solo diez… Me gustaría saber cuál es el precio REAL de las cosas, como en los problemas de cálculo de nuestra infancia: «Si viajo mil kilómetros y cada uno cuesta tres euros, ¿cuánto vale el viaje en total?» o algo por el estilo.
Hay dos desatinos: uno, que pagas lo que tú mismo haces; dos, no sabes cuánto estás pagando hasta que ya has dado tu número de tarjeta. Esto no debería ser así.
Sean cautos con sus cuentas en estos días de derroche que llegan y disfruten de todas las fiestas que se acumulan.