La remodelación de las calles Francisco Grandmontagne, Roma y Lavaderos han servido para revitalizar esas zonas concretas y para poner de manifiesto, por comparación, que la calle Vitoria a su paso por Gamonal se ha convertido en un enclave que se halla en total decadencia. Su atractivo para la apertura de nuevos negocios ha caído en picado en los últimos años, tal y como lo demuestra que un buen número de locales se encuentren vacíos y sin visos de ser ocupados en el corto plazo.
¿Qué empresario en su sano juicio elegiría un vial que no ha evolucionado en modo alguno en las últimas décadas y que sigue pareciéndose más a una carretera de los años 80 que a una verdadera avenida? Ninguno. Las aceras, estrechas en muchos tramos, presentan un estado lamentable. Los carteles ensucian las fachadas de la mayoría de los locales comerciales cerrados. Los muros de muchos edificios presentan grietas kilométricas que afean el aspecto de toda la calle. La limpieza brilla, sí, pero por su ausencia.
Resulta hasta cierto punto comprensible que el Ayuntamiento haya abandonado a su suerte a la calle Vitoria después de que en 2014 unos disturbios inaceptables por su violencia dieran al traste con la construcción del bulevar concebido para renovar su imagen. Javier Lacalle no quiso volver a saber nada de reformar la avenida. Lógico. Y Daniel de la Rosa empezó su mandato con muchos bríos, pero la realidad le colocó en su sitio. Las consultas a los vecinos fueron un fiasco por la escasa participación y la lenta burocracia municipal en el ámbito del urbanismo hizo que el proyecto elegido para modificar la fisonomía de la calle no pudiera siquiera licitarse. Ahora, el gobierno de Cristina Ayala ha guardado esa idea en un cajón por no ser suya pero también porque no las tiene todas consigo acerca de si los violentos volverán a oponerse con fuego y piedras a la construcción. Tendrán que ser los vecinos, en masa, los que pidan que se haga algo. Porque ese enclave se muere y con su declive también baja el valor de las viviendas y locales que allí se ubican. El miedo a los violentos no puede dejar en ese estado un enclave que lo tiene todo para convertirse en una atractiva zona comercial y de ocio.