Resulta agotador. Ya solo importan las formas, el fondo se desprecia. La dirigencia política, en su afán por desprestigiar a diario las instituciones y cualquier atisbo de decencia, se dedica a reforzar sus argumentarios con el único propósito de seguir viviendo de sus ensoñaciones y prebendas, sin importarles aquellos ciudadanos que no forman parte de sus rebaños.
En estos días en los que ha dado tanto juego la guerra sin cuartel entre EEUU y China por hacerse con el control de la Inteligencia Artificial, he llegado dudar sobre la veracidad del discurso de Mireia Zárate, que es la presidenta de la Fundación Sabino Arana y que en una intervención, durante la entrega de unos premios en honor al fundador del PNV, llegó a comparar al padre del nacionalismo vasco con Martin Luther King. Ojo, que no es broma. «Sabino soñaba con ver a Euskadi recuperar sus derechos históricos como nación en el concierto de los pueblos de Europa. Luther King soñó con la igualdad entre todas las personas, independientemente de su origen, su raza y su extracción social», dijo la tal Mireia, que ha de estar bien pagada por ser capaz de semejante osadía.
Hay que ser muy, muy del centro de Bilbao para decir eso y que no se te caiga la cara de vergüenza. El activista norteamericano defendía la igualdad entre todos los seres humanos y eso le costó la vida. El mesías euskaldún murió enfermo y su doctrina solo predicaba el odio a todo aquel que no tuviera el Rh negativo. Racista, machista, xenófobo... son algunos de los adjetivos que mejor le definen. Sus acólitos pueden estarle agradecidos por haber creado un partido que les va a seguir dando de comer, pero de ahí a compararle con Luther King solo porque los dos nacieron un mes de enero...
Desconozco las historias que encierra el palacete parisino que Pedro Sánchez ha regalado a los jeltzales, pero tengo claro que en cuanto Andoni Ortúzar y los suyos tengan las llaves del inmueble lo van a llenar de fantasmas. Eso sí, fantasmas con txapela.