Esta medianoche, grupos de hombres, mujeres, niños y niñas saldrán a las calles a cantar las marzas en al menos una treintena de poblaciones de la provincia de Burgos, porque esta tradición oral, afortunadamente, se está manteniendo e incluso recuperando de forma espectacular en muchos municipios.
Han coincidido este año las marzas con los Carnavales, otro hito festivo y tradicional del medio rural que, si bien se ha visto más afectado e incluso abducido y avasallado por coloristas influencias externas más propensas al espectáculo, está actualmente poniendo también en valor las celebraciones más ancestrales, -pocas, eso sí-, que aún se conservan.
Ambas celebraciones parece que hunden sus raíces en los tiempos romanos, han sufrido modificaciones a lo largo de los siglos y han estado a punto de desaparecer (al menos las versiones más antiguas y originales).
Pero… la sensibilidad y tenacidad de los habitantes de algunos pueblos y de personas interesadas que se han enfrascado en su investigación y divulgación han evitado lo que parecía inevitable y hoy en día, si bien con algunas adulteraciones y adaptaciones, parece que incluso se podría asegurar su permanencia a través de los más jóvenes, aunque sean muy pocos los que quedan en el medio rural.
Invito a conocer esta exhibición de patrimonio cultural inmaterial burgalés a todos aquellos que aún no lo han vivido, porque seguro que les sorprende y emociona y a lo mejor hasta les conecta espiritualmente con un pasado muy remoto. Pero, sobre todo, estoy convencida de que les desconectará de la carnavalesca y apabullantemente negativa actualidad que nos inunda día sí y día también desde distintos ángulos. Seguro que nuestra salud mental lo agradece.