Antes de perderme por veredas sin salida ni afán, dos noticias de alcance. Una buena y otra mala. Los Pecos anuncian gira de conciertos para 2025. Pero ninguna de las quince ciudades señaladas en el mapa es Burgos. Yo no juzgo.
Y regreso a mis zangolotineces. Vuelvo a compartir, como hace unas semanas, esos retos del día a día que nos entretienen y que se cuelan entre las horas de asueto y trabajo sin darnos cuenta. Yo, y sé que no soy el único, raro es el día que logro llegar a casa con la barra de pan inmaculada, entera. Con ambos extremos íntegros. Por cierto, en mi pueblo se les llama 'corruscos', pero la RAE, aunque lo admite, aconseja 'cuscurros', y acepta igualmente 'curruscos' y 'coscurros'. ¡Hay que ver lo que da de sí el hambre!
Vamos a por el segundo reto, que es doble. O triple. Ver a un hombre solo todo el tiempo mientras asa chuletas (o lo que sea) para un grupo de amigos o familiares. Siempre hay varios 'ayudantes' con la copa o la cerveza en la mano. Lo cual está muy bien. Pero llega la hora de disfrutar de esos manjares recién preparados y la mitad de los comensales no están en su sitio: que si voy a por el pan, que si yo qué hago, que si cuál es mi sitio, que si falta algo, que si prefiero con gaseosa, que si hombres por un lado y mujeres por otro... Total, que nos comemos las chuletas frías. Y tercer reto a futuro en torno a las ascuas: calcular con cabeza y sentido común la cantidad, y no echar las cuentas de lo que hay que comprar justo antes de comer, con el estómago vacío. Casi siempre sobra o se come en exceso o con desgana, para que no quede.
Otra lucha diaria interna para los que se acercan o ya pasan de las seis décadas, que no tiene por qué generarnos mala conciencia, es si meterse en el bolsillo o dejarla en el plato la galleta o el azucarillo no abierto que vienen con el café con leche.
Y hablando de cosas de la edad, se sabe más o menos los años que tiene un burgalés según si queda para tomar algo con los amigos en Llanas o en Las Llanas.
Pues llego al final de esta plazoleta y del 24 como empecé, lleno de dudas (la última: a qué se debe que nuestras narices tengan dos agujeros y no uno o tres o siete) y pajaritos por aquí y por allá.
¡A por un 25 de plata y oro!