José María Vicente

El Rincón de...

José María Vicente


Lo de Paiporta

05/11/2024

El desastre de Valencia ha puesto de manifiesto la capacidad de destrucción que tiene el agua cuando cae en cantidades brutales en lugares en los que el hombre ha demostrado su soberbia haciendo o dejando de hacer intervenciones en el entorno. Aunque no hubiéramos puesto obstáculos artificiales en el camino natural del agua tampoco habría sido suficiente para evacuar tanta cantidad, pero si además añadimos todo tipo de construcciones, entonces el agua busca caminos alternativos.

El agua encuentra y arrasa con todo, que convierte en munición que va arrastrando y multiplica los daños. En definitiva, lo de Valencia ha puesto patas arriba las políticas sobre infraestructuras llevadas a cabo en décadas y la inoperancia de las alertas. De la noche a la mañana el agua ha descubierto las tripas de nuestro entorno y lo que estamos viendo no nos gusta. Pero lo más descorazonador es que ha reventado las costuras de un entramado político miserable tejido de tacticismo de salón que el pueblo no comprende. Muchas declaraciones grandilocuentes pertrechados con chalecos fosforescentes, pero lo que faltan son botas de goma para que los de a pie puedan seguir tirando de pico y pala. Y tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose y todo se derrama. Y cuando la gente se ve agotada por el trabajo físico de días con escasos avances y por la devastación psíquica de tomar conciencia de lo que han perdido se produce la explosión como la riada del otro día y todo se desboca.

Desgraciadamente, nuestros escasamente responsables políticos ahora se afanan en encontrar un chivo expiatorio al que cargar la culpa de lo del domingo en Paiporta. Con un egoísmo patológico enseguida se pusieron a dar palos de ciego en la búsqueda del chivo. Desde la ultraderecha al capricho del Rey por querer estar presente en el barro. Todo vale para tapar las costuras de la realidad que no es otra que especular con la desgracia y debatir sobre qué administración es la que tiene que acudir a socorrer al que se está ahogando. Ya sabemos que en esa miserable polémica quien pierde es el moribundo. Competencias, protocolos, cadenas de mando, permisos, grupos de trabajos permanentes, comités de crisis, etc., etc. Pero siguen faltando botas para los voluntarios y cubos en los que sacar a paladas el barro acumulado hasta que el entramado competencial encuentre el procedimiento para enviar más excavadoras.