Seguro que más de un lector ha tenido la tentación de llenar una furgoneta de víveres y de enseres de limpieza para viajar a Valencia y ayudar a todos esos paisanos a quienes la DANA ha dejado en la ruina y en la calle. De hecho, muchos ayuntamientos de esta provincia y no pocas entidades privadas han tomado la iniciativa de enviar alimentos a la zona cero de la tragedia. La sociedad civil muestra una vez más su solidaridad ante un desastre y da una lección a los poderes públicos, cuyos responsables -en múltiples ámbitos- se han visto desbordados en estas jornadas. Resulta conmovedor ver las imágenes de esas columnas de valencianos pertrechados con fregonas y cepillos desfilar por carreteras embarradas hacia los pueblos de alrededor para echar una mano a sus vecinos. Esas mismas escenas son al mismo tiempo descorazonadoras, porque a un servidor -y seguro que a muchos españoles- le hubiera gustado que ese desfile de ciudadanos en vaqueros, chándal y diversos atuendos hubiera sido de soldados uniformados, que deberían haber llegado allí el mismo miércoles por la mañana y no tres días más tarde.
La Unidad de Emergencias (UME) se ha revelado insuficiente para intervenir en una catástrofe de estas dimensiones. ¿Pero saben ustedes cuantos militares hay en España? 130.000. Algunos dirán que movilizarlos plantea dificultades técnicas y administrativas, pero se trata de una excusa barata. El Ejército cuenta con cerca de 200 helicópteros de todo tipo, que deberían estar preparados para desplazarse a cualquier contingente en tiempo récord a cualquier lugar, ya no de España sino del mundo. Y las trabas burocráticas se salvarían con voluntad política. Si no hay una ley de emergencias nacionales que contemple el despliegue de las Fuerzas Armadas en territorio patrio cuando se necesita, debería haberla. Y si no, por la vía del Real Decreto se consigue lo que sea, bien lo sabe este Gobierno y los anteriores. Para echar a viudas de militar de sus casas toda la maquinaria administrativa funciona como la seda, pero para ayudar a la población hay que esperar tres días.
El miércoles por la mañana las televisiones y las redes ya emitían vídeos de Paiporta en los que solo se veían a vecinos bregar con escobas y de manera muy precaria. Bomberos de la zona, policías y guardias civiles han hecho todo lo posible y más por llevar el orden al caos, pero no dan abasto. Si en una situación así España no es capaz de llevar a su Ejército rápidamente a una zona devastada, hay que hacérselo mirar. Habrá tiempo de depurar responsabilidades sobre la gestión de las primeras horas, pero una vez ocurrido el desastre, no puede ser que un Estado moderno tarde tantísimo tiempo en reaccionar y en poner todos los medios al alcance de la población para ayudarla y salvarla del pillaje. Amunt Valencia.