Al igual que San Pablo se cayó del caballo ante la presencia luminosa de Dios, el alcalde De la Rosa y la concejala Carpintero se han caído del burro ante una sentencia del Juzgado de lo Contencioso y se ven obligados a señalizar los semáforos espía que tenían camuflados para cazar al conductor a traición. ¡Zas!, y calzarle una multa por rapidillo. Estas triquiñuelas municipales enfadan al personal, que se tiene creído el bla-bla-bla de la transparencia y piensa que todo es fulgurante, claro y cristalino hasta que le llega la sanción del foto rojo que le tacha de infractor, de villano; al villano, pan y palo, dice el refranero. Pues eso, palo, que el pan, o sea, mejores condiciones laborales, debe ser para los policías locales, que se han dejado ver en el último Pleno con unos carteles reivindicativos.
Una queja en cartón es menos queja que la estampada en una sábana, decíamos aquí hace dos semanas a propósito de las barracas, pero los policías, tan prudentes, han optado por reclamar condiciones justas en un papel, y, si vienen mal dadas, tiempo tendrán de colgar un sabanón y montar la de San Quintín, la huelga de brazos caídos o la huelga a la japonesa, aunque con esta freirán a multas al ciudadano; sálvese quien pueda. Puestos a multar podrían empezar por sancionar a los mandamases locales, que están obligados a velar por el ornato público pero consienten la degradación urbana de las pintadas, algunas clamorosas, como la que hace tiempo envejece en el Espolón, junto al Arco de Santa María. Ese borrón forma parte hoy de la imagen de Burgos y de la hoja de servicios de quienes la amparan con su insensibilidad y su incuria. Si pudiera elegir mi paisaje, escribió Benedetti, […] elegiría, robaría esta calle, que es anterior a mí y a todos.
Si los burgaleses pudiéramos elegir una calle, un paseo, elegiríamos mayoritariamente el viejo Espolón, incluso herido por el grafiti. Si estos días se ha apercibido por dejadez a los dueños de solares, lo cual está muy bien, por igual causa debiera amonestarse a los que rigen nuestro destino municipal, aunque al fin y al cabo son los vecinos quienes los sancionan y les hacen morder el polvo quitándoles el voto y el curro cuando se hacen los longuis con los semáforos espía, los grafitis, y los policías locales. Por ejemplo.
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