Ha entrado el verano agitando ramos verdes, sofocando amapolas, azuleando aguas, el verano, melocotón del tiempo que lanza llamaradas de fuego por su boca de dragón crecido porque el verano es ahora más verano, más caluroso, tanto que es obligado activar alertas naranjas y rojas, y encender alarmas, y ponerse a cubierto de soles con orgullo de ser soles, ha entrado el verano y nos ha pillado con un ojo puesto en la Eurocopa y el otro también, y así no hay quien repare en nada que no sea el balón, el penalti y la tarjeta roja. Los concejales socialistas se la han sacado a la alcaldesa Ayala; han posado ante las instalaciones provisionales del Mercado Norte y han dicho que «la ciudad está bajo un gobierno radical sin un proyecto de presente ni de futuro», pero la alcaldesa no se ha dado por enterada, y, a su vez, ha posado con su equipo ante el Museo de la Evolución Humana para decir que «queda mucho por hacer en este mandato», que está a punto de apagar la primera vela de cumpleaños municipal, que no se ha pitado el final del partido, y que hasta que no pasa el último cura, no acaba la procesión.
Se diría que los escenarios ante los que nuestros ediles han dado estas y otras explicaciones simbolizan el vacío y el avance, respectivamente, porque el vacío es en el mercado y el avance en el museo, pero esto no es sino una elucubración veraniega, y una jocosa casualidad. El verano, ya decimos, calienta los cascos, o sea, las cabezas, cada vez más, que en Burgos las temperaturas medias han subido más de cuatro grados y ya parece esto Benidorm, con los burgaleses en camiseta, bermudas y chanclas a cualquier hora y en cualquier sitio, echando por tierra la fama de bien vestir que tiene el norte de la meseta; la culpa es del cambio climático, de los agobios veraniegos, porque el fresco de antaño ponía abrigo y temblor donde hoy hay piel desnuda y sudorosa. Todo pasa y todo queda, y el verso machadiano dice que, aun sin estar, están los trajes claros y los sombreros de paja, los vestidos de lino y los abanicos de encaje para mover el aire espeso del verano que ha entrado agitando ramos verdes, sofocando amapolas, azuleando aguas.
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