Lo habitual es servir la comida en el plato y la bebida en el vaso. No dejamos las patatas fritas sobre el mantel porque el filete lo ocupa todo, ni regamos con vino la mesa porque no dan más de sí las copas. Ocurre lo mismo con los baños, aunque en este ámbito -máxime si son públicos- hay de todo y las punterías dependen del grado de lucidez y estupidez de los usuarios.
Y voy a esto último, porque en la mayoría de los hogares no dejamos la basura fuera del cubo si está lleno. Habilitamos una nueva bolsa, retiramos la usada donde no ocupe y huela y ya está. No ocurre lo mismo en la calle -en las calles de Burgos- donde habría que poner un gran cartel en el que se advierta que cuando un contenedor está lleno, es que está lleno y no cabe más; o que las cajas de cartón (o los trastos) no caben por la boca del contenedor si uno no se toma su tiempo para aplastarlas y adaptarlas a los espacios.
Un contenedor, como su nombre indica, es un almacén cerrado. Fuera del mismo no se almacena, mejor dicho, no se tiran las cosas con el pretexto de que 'otro vendrá que lo recogerá'. Lo mismo ocurre con un punto limpio, aunque haya sufrido un incendio y esté temporalmente cerrado como el del G-3. Nada justifica que esté rodeado por los desperdicios que unos incívicos han decidido tirar porque sí, porque se han encontrado las puertas cerradas y fastidia los planes.
Creo que todo lo dicho hasta ahora es de pura lógica y de puro civismo. Lamentablemente, lo uno y lo otro brillan por su ausencia para algunos. En Burgos muchos han olvidado ser cívicos y no quiero ni pensar lo mucho que disfrutarán las cucarachas y los ácaros en sus casas.
A mí y a muchos, nos trae al pairo la mierda que acumulen bajo sus camas. Es su problema. Nos preocupa que gastemos millones de euros en limpieza y que a algunos les dé lo mismo. ¡Para qué están las multas!