Juan Francisco Lorenzo

Pensar con los ojos

Juan Francisco Lorenzo


¡Qué tiempos!

10/03/2025

Cuando escribo esta columna el Papa Francisco aún está vivo, y digo aún porque a tenor de los precavidos partes médicos que dan los medios de comunicación parece que su situación es muy delicada y, a su edad, un problema respiratorio severo puede ser definitivo.

La Iglesia no estaba en la lista de cambios significativos de poder, como lo está la sociedad civil con el terremoto político generado por el todopoderoso Trump y su tropa de legionarios en defensa de su bien y su verdad invocando a Dios y con el mazo dando, aunque hace tiempo que algo se mueve dentro de ella pero con la cadencia sobrenatural que le caracteriza.

Por ejemplo, el concepto de clausura ha cambiado, o a mí así me lo parece. Para empezar, no hay exceso de vocaciones y el relevo en los conventos viene allende de nuestras fronteras, con mujeres africanas o latinoamericanas. Sea, Dios sabe lo que hace y donde lo hace. E incluso hay clausuras como la de las descendientes de las clarisas de Lerma, Iesu Communio, que puede que inicialmente fueran de clausura, no lo sé con certeza, pero como me dijo una de ellas «somos de clausura pero estamos poco en casa». Eso sí, es obvio que su repostería es insuperable.

Y no solo ha habido cambios desde Lerma. Reconozcamos que Burgos se ha convertido en tierra pionera en cambios eclesiásticos a pesar de nuestra reconocida tradición como reserva espiritual de occidente, y la última revolución llegó desde Belorado, y no fue un cambio sino un cisma, una apostasía en toda regla que ha traído de cabeza a nuestro arzobispo, médico y motero, hasta que las apóstatas han emigrado a Asturias. Allí inician su nueva vida en su relación con Dios y con el mundo. Estoy deseando leer la carta de su restaurante donde los huevos rotos pasarán a ser huevos cismáticos a la beliforana.

Estamos en un cambio de época, no en una época de cambio, decía hace poco el reconocido Pepe Múgica y es que la vida es así, dinámica, sorprendente, inesperada y cismática, en lo divino y en lo humano, si es que alguna forma de humanismo sigue vigente en este naufragio en el universo de los intereses que no respeta a las personas, sus territorios, a los niños ni a nadie que contraríe al poderoso.
¡Qué tiempos Señor!