Rodrigo Rato defiende su causa personal y explica su caso, está en su derecho. Primero en un libro y a renglón seguido en todos los medios informativos relevantes que le han dado audiencia. Sus argumentos son relevantes, selecciona los hechos y los interpreta; así coloca a unas cuantas personas en el sitio que, según él, les corresponde en la historia reciente. Entre esas personas Rajoy, Soraya, Montoro, Guindos... es decir, el último y fracasado gobierno del PP que Pedro Sánchez (con el aliento decisivo de Pablo Iglesias y sus amigos) mandó a la oposición en una tarde parlamentaria. El ajuste de cuentas de Rato es evidente y contundente.
Ahora me importan menos los juicios personales y su fundamento que las opiniones de Rato sobre las fusiones de cajas locales y regionales y la gestión de la crisis de las cajas por el descoordinado y enfrentado tándem Guindos/Fernández Ordóñez. Gestión de crisis que se llevó por delante a las dos cajas burgalesas embarcadas a la fuerza en el esquema de fusiones impropias para sumar recursos propios y sanear activos.
Rato reniega de ese modelo y reconoce ahora que no debió aceptar la fusión de Caja Madrid con Bancaja, ni con ninguna de las otras cajas locales. Aquella fiebre por trasformar las cajas en bancos grandes hasta hacerlas desaparecer fue una estrategia equivocada y, desgraciadamente, irreversible. Fue malo para los intereses locales (económicos y sociales), un desastre para la promoción de viviendas sociales y equivocado a la hora de superar la crisis financiera con el menor coste.
Sirve de poco llorar por la leche derramada, pero soy de los convencidos de que con tiempo (que había), rigor en la gestión (posible) las cajas locales podrían haber salido de la crisis para seguir atendiendo su objeto social acreditado durante muchas décadas. Ese fue el caso alemán, más cauto y eficaz que el español.
Nos quedamos sin cajas y solo cabe lamentarlo. El libro de Rato y sus apreciaciones justifica la pregunta: ¿fue inevitable e inteligente cargarse las cajas locales? Ya no tiene remedio, pero conviene que la historia se escriba correctamente.