Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Libros que protegen

29/05/2024

En los días y períodos más difíciles, si acaso sientes que la vida pesa, recuerda que desde que empezara a escribirse en la corteza de los árboles, los libros siempre han protegido. Según un relato, en la Viena de la Primera Guerra, un librero judío (Mendel el de los libros), instalado en un café de la ciudad, supo vivir ajeno a la devastación que la zona sufría sumergido en el mundo de la tinta impresa, quiso vivir en la página y ajeno a aquel infierno aunque el mal finalmente le alcanzara. Pero se sintió protegido.

En 1915, también en los inicios de la Gran Guerra, Adrianne Monnier abrió una librería (La Maison des Amis des Livres). Lo hizo en ese entorno que cuenta bien Andrea Weiss en París era mujer cuando habla de la legendaria orilla izquierda del Sena de esos años en los que fueron referentes escritoras, pintoras, fotógrafas , periodistas o libreras, como Adrianne, que llenaba la librería de actividades y encuentros con escritores como Joyce, Proust o Hemingway, encontrando consuelo contra las cargas. Entre los libros, sentían protección. 

En nuestra guerra, al margen de que como en todas las guerras la memoria también fuera objeto de destrucción (la memoria siempre es objetivo del enemigo), el libro también funcionó como protector incluso desde un punto de vista material. En el año 2012, con motivo del día Internacional de la Paz, la Universidad Complutense organizó en Madrid la exposición Balas y Letras: libros con heridas de guerra en la Biblioteca Histórica, mostrando los libros heridos, con restos de bala y metralla en su interior tras las batallas en el frente de Madrid y que en la biblioteca de Filosofía y Letras tuvieron que ser utilizados como parapeto para resguardarse de la munición del ejército sublevado. No sabemos cuáles o cuántas vidas, en su caso, pudieran salvar volúmenes con textos de San Agustín, por ejemplo. Así que en el otoño del 37, en ese contexto concreto, los libros igualmente protegieron. Ahora, esta primavera, los libros han vuelto a salir de editoriales y librerías para llenar la plaza, el paseo y la calle en esa Feria que se convierte en fiesta que reúne al editor, al distribuidor, al librero, al autor y al lector. Y al no lector porque, aunque no lo sepa, su misma vida, hay otros que la viven en las páginas. Mi agradecimiento a los libreros por la Feria llena de actividad y de libros y palabras. Todo foco que alumbra, faro que reclama y protege.