Lydia Sainz-Maza

Tómeselo con Calma

Lydia Sainz-Maza


¡Fuera del campo!

11/03/2025

Vaya por delante que la afición del fútbol es inmensa y, quiero creer, mayoritariamente sana y noble, pero no es menos cierto que estamos ante un deporte que en muchas ocasiones saca lo peor de lo peor del ser humano. El último ejemplo lo tuvimos el domingo en Aranda de Duero, cuando un árbitro fue brutalmente agredido al término de un encuentro. No sirve preguntarse qué pudo ocurrir sobre el césped, porque nunca justificaría la violencia ejercida por el padre de un jugador del Capiscol de Burgos, tan brutal como para acabar con el colegiado, de 59 años, en la UCI del HUBU.

Resulta espeluznante que se pueda llegar a semejantes extremos, aunque solo hay que zambullirse un rato en X (antes Twitter) para darse cuenta de que poco pasa para el percal que nos rodea. Por resumir, la línea que más defienden los que no saben cómo disculpar al agresor, es que hay que formar mejor a los árbitros, porque oye, si lo hacen mal, ¿es para zurrarles, no? Este es el nivel. También proponen que el deporte base, que es al que concierne este caso, celebre sus encuentros a puerta cerrada, es decir, con los padres fuera de los campos. Pero claro, con esa vara de medir, igual también acabarían los entrenadores al otro lado de la valla, porque en el gremio también hay salvajes que llegan a las manos con los árbitros.

A lo mejor, llámenme loca, cada personita debería reflexionar sobre sus maneras, y quien no sea capaz de ver un partido sin soltar improperios contra nadie, y teniendo la manita relajá, debería considerar seriamente quedarse en su casa. Porque además, para más inri, el de Aranda era un partido de Primera Provincial Cadete. Es decir, chavales de entre 14 y 15 años. Ellos, como tantos otros, y desde edades aún más tempranas, están acostumbrados a esto. Al desprecio constante a los árbitros, cuando no a los compañeros, rivales, e incluso entre los propios padres.

La violencia verbal es algo tan vergonzoso como generalizado, pero de común que es parece habernos anestesiado. De fondo, una competitividad cada vez peor entendida, ante la que es difícil levantar la voz porque se ha hecho ley el estamos para ganar, cueste lo que cueste, a costa de lo que sea y pasando por encima de quien se cruce. Son los que dicen que aman el fútbol. Pero el fútbol no los quiere a ellos.